miércoles, 7 de noviembre de 2012

Relato erótico: LA CHICA DE LA PANTALLA




Desde el mismo instante en que entró en la habitación y la vio, supo que algo andaba mal. En persona, la muchacha era mucho más bonita de lo que él había podido percibir a través de la pantalla de su ordenador portátil. Tenía ante sí, en carne y hueso, aquel cuerpo de piel muy blanca y curvas voluptuosas del que sus ojos ávidos ya habían recorrido cada centímetro a través de la webcam. Los ojos seductores, que solo ahora notaba que eran verdes, miraban a los suyos directamente y los labios rojos y carnosos que tantas veces soñó con morder, estaban allí, a su entera disposición. La situación no podía ser más perfecta, sin embargo, había algo que no encajaba bien.

Se habían encontrado en el chat todas las noches desde hacía un mes. Ella no había querido decirle su nombre y pocas veces hablaban de otro tema que no fuera el sexo. Pero dentro de lo que es posible por ese medio, se entregaba total y absolutamente. No ocultó ni el más recóndito rincón de su cuerpo, no le negó ningún capricho o fantasía. Todo lo que alguna vez imaginó que una mujer podría hacerse a sí misma, ella había accedido a hacerlo, y todavía lo premió con otras travesuras que a él jamás le habían pasado por la mente. Era una bomba sexual, la mujer más deseable que había conocido en su vida. Llegó  a obsesionarse tanto con aquella forma de satisfacción, tan anónima como placentera, que descuidó totalmente su relación con su novia real. Apenas la llamaba, evadía encontrarse con ella y un día que se presentó sin avisar en su apartamento, fingió un fuerte dolor de cabeza para conseguir que se fuera pronto y no descubriera aquel cuerpo desnudo y sinuoso que se movía tras la pantalla de su laptop.  

Entonces la chica de la pantalla, de repente, le propuso que se encontraran. Le dijo que quería que le hiciera todo eso que ella misma había hecho para él y le prometió cosas que nunca se hubiera atrevido a pedirle a una mujer. Solo de escucharla describirlo tuvo una violenta erección y se corrió sin apenas tener que masturbarse. No durmió en toda la noche y ese día apenas logró trabajar, solo anhelando el momento en que se encontraría con ella en el hotel que habían acordado.

Y ahora tenía al alcance de su mano aquellos senos grandes y llenos, de pequeños y rosados pezones, que al ella estimulárselos con los dedos se erguían y despertaban en él un deseo loco de atravesar la pantalla y rodearlos con sus labios. Deslizó los ojos por el vientre liso cuya textura imaginaba tan suave y que siempre deseó recorrer con su boca, siguiendo el leve caminillo de vello que lo surcaba e iba a perderse en el oscuro entramado de su entrepierna. Esa entrepierna en la que, en los momentos cumbres del placer, tantas veces vio hundirse la mano de ella, mientras él hacía lo propio en la suya, detrás de una pantalla, al otro extremo de la ciudad.  

La muchacha estaba allí frente a él, desnuda y anhelante, pero aunque era la misma, a la vez no lo era. Toda aquella osadía que lo había seducido hasta la locura al verla en la pantalla, parecía haberse evaporado. Era el mismo cuerpo, pero parecía que le hubieran mudado el alma. Y esta alma no conseguía provocar en él ni el más mínimo atisbo de excitación. Avergonzado, vio cómo los ojos de la chica contemplaban atónitos su miembro que, totalmente en reposo, colgaba inútil entre sus piernas.

Su orgullo masculino se resintió, él tenía que poder excitarse frente a una bella mujer desnuda, no podía escudarse en el hecho de que ella no fuera más provocativa. Extendió un brazo y con las puntas de los dedos acarició suavemente la aréola de su seno derecho, que en efecto, se irguió de inmediato a la vez que le transmitía el temblor que su solo contacto estaba provocando en el cuerpo de ella. Comprendió que la muchacha sí estaba excitada cuando tomó su otra mano, casi con timidez, y la colocó entre sus piernas, mientras las entreabría para facilitarle el acceso. Él sintió sus dedos hundirse en la tibia humedad que tantas veces imaginó cuando ella, con las piernas abiertas de par en par, le daba una lección de cómo había que tocar el sexo de una mujer para hacerla vibrar de placer. Probó con cerrar los ojos y evocar aquellas imágenes, pero ni eso dio resultado, su cuerpo seguía sin responderle.

De repente, la chica pareció reaccionar y se apartó de golpe.

Esto fue un error –dijo–. Me voy.

Buscó su ropa y comenzó a vestirse. Sin decir palabra, él la vio peinarse frente al espejo y tomar su bolso. Con pesar la vio abrir la puerta y antes de cerrarla, volverse a mirarlo. Fue muy rápido, pero hubiera jurado que un guiño casi imperceptible ocultó por un segundo unos de sus ojos verde esmeralda. No supo cómo interpretarlo, de modo que lo descartó; lo más probable era que lo hubiese imaginado.

Mientras conducía hasta su casa, sentía un enorme vacío en su interior. Pensó en llamar a su novia y tratar de arreglar las cosas con ella, pero tampoco le apetecía. Desde ya estaba seguro de que echaría de menos a la chica caliente de la web más de lo que había añorado a ninguna mujer en su vida. 

Al llegar, notó que su portátil estaba encendido. Así se había quedado desde que la noche anterior, casi de madrugada, lo dejara, loco de emoción, para intentar dormir un poco. El teclado estaba suspendido y movió levemente el ratón, para hacerlo revivir y dar la orden de apagado.

Entonces la vio. Primero pensó que era uno de esos pantallazos con que a veces congelaba su imagen, para contemplarla durante el día y revivir lo que experimentara la noche anterior.

Se quedó mirándola, nostálgico, mientras trataba de buscar en su cuerpo alguna reacción, cuando de pronto la vio moverse. Las manos oprimieron los erectos pezones, que otra vez apuntaban hacia sus labios deseosos y una de las manos se deslizó lentamente por el liso vientre, y se hundió en la oscura sombra de la entrepierna, mientras las anchas caderas iniciaban un movimiento ondulante. Tuvo que apurarse en abrir el cierre de su pantalón antes que la violenta erección desembocara en una prematura lluvia de nieve que incluso salpicó el monitor, yendo a dar justo sobre los labios rojos y carnosos de la chica de la pantalla.



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2 comentarios:

  1. De los blog mas estimulantes que he visto, lo suelo visitar con frecuencia
    Sigue asi!!!

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  2. Gracias, José, muy estimulante también tu comentario. Saludos!!!

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