Desde el mismo instante en que
entró en la habitación y la vio, supo que algo andaba mal. En persona, la muchacha
era mucho más bonita de lo que él había podido percibir a través de la pantalla
de su ordenador portátil. Tenía ante sí, en carne y hueso, aquel cuerpo de piel
muy blanca y curvas voluptuosas del que sus ojos ávidos ya habían recorrido
cada centímetro a través de la webcam. Los ojos seductores, que solo ahora
notaba que eran verdes, miraban a los suyos directamente y los labios rojos y
carnosos que tantas veces soñó con morder, estaban allí, a su entera
disposición. La situación no podía ser más perfecta, sin embargo, había algo
que no encajaba bien.
Se habían encontrado en el chat
todas las noches desde hacía un mes. Ella no había querido decirle su nombre y pocas
veces hablaban de otro tema que no fuera el sexo. Pero dentro de lo que es
posible por ese medio, se entregaba total y absolutamente. No ocultó ni el más
recóndito rincón de su cuerpo, no le negó ningún capricho o fantasía. Todo lo
que alguna vez imaginó que una mujer podría hacerse a sí misma, ella había accedido a
hacerlo, y todavía lo premió con otras travesuras que a él jamás le habían
pasado por la mente. Era una bomba sexual, la mujer más deseable que había
conocido en su vida. Llegó a
obsesionarse tanto con aquella forma de satisfacción, tan anónima como placentera,
que descuidó totalmente su relación con su novia real. Apenas la llamaba,
evadía encontrarse con ella y un día que se presentó sin avisar en su
apartamento, fingió un fuerte dolor de cabeza para conseguir que se fuera pronto
y no descubriera aquel cuerpo desnudo y sinuoso que se movía tras la pantalla
de su laptop.
Entonces la chica de la pantalla,
de repente, le propuso que se encontraran. Le dijo que quería que le hiciera
todo eso que ella misma había hecho para él y le prometió cosas que nunca se
hubiera atrevido a pedirle a una mujer. Solo de escucharla describirlo tuvo una
violenta erección y se corrió sin apenas tener que masturbarse. No durmió en toda
la noche y ese día apenas logró trabajar, solo anhelando el momento en que se
encontraría con ella en el hotel que habían acordado.
Y ahora tenía al alcance de su
mano aquellos senos grandes y llenos, de pequeños y rosados pezones, que al
ella estimulárselos con los dedos se erguían y despertaban en él un deseo loco
de atravesar la pantalla y rodearlos con sus labios. Deslizó los ojos por el
vientre liso —cuya textura imaginaba tan suave— y que siempre deseó
recorrer con su boca, siguiendo el leve caminillo de vello que lo surcaba e iba
a perderse en el oscuro entramado de su entrepierna. Esa entrepierna en la que,
en los momentos cumbres del placer, tantas veces vio hundirse la mano de ella, mientras
él hacía lo propio en la suya, detrás de una pantalla, al otro extremo de la
ciudad.
La muchacha estaba allí frente a
él, desnuda y anhelante, pero aunque era la misma, a la vez no lo era. Toda
aquella osadía que lo había seducido hasta la locura al verla en la pantalla,
parecía haberse evaporado. Era el mismo cuerpo, pero parecía que le hubieran
mudado el alma. Y esta alma no conseguía provocar en él ni el más mínimo atisbo
de excitación. Avergonzado, vio cómo los ojos de la chica contemplaban atónitos
su miembro que, totalmente en reposo, colgaba inútil entre sus piernas.
Su orgullo masculino se resintió,
él tenía que poder excitarse frente a una bella mujer desnuda, no podía
escudarse en el hecho de que ella no fuera más provocativa. Extendió un brazo y
con las puntas de los dedos acarició suavemente la aréola de su seno derecho,
que en efecto, se irguió de inmediato a la vez que le transmitía el temblor que
su solo contacto estaba provocando en el cuerpo de ella. Comprendió que la
muchacha sí estaba excitada cuando tomó su otra mano, casi con timidez, y la colocó
entre sus piernas, mientras las entreabría para facilitarle el acceso. Él
sintió sus dedos hundirse en la tibia humedad que tantas veces imaginó cuando
ella, con las piernas abiertas de par en par, le daba una lección de cómo había
que tocar el sexo de una mujer para hacerla vibrar de placer. Probó con cerrar
los ojos y evocar aquellas imágenes, pero ni eso dio resultado, su cuerpo
seguía sin responderle.
De repente, la chica pareció
reaccionar y se apartó de golpe.
–Esto fue un error –dijo–. Me voy.
Buscó su ropa y comenzó a
vestirse. Sin decir palabra, él la vio peinarse frente al espejo y tomar su
bolso. Con pesar la vio abrir la puerta y antes de cerrarla, volverse a
mirarlo. Fue muy rápido, pero hubiera jurado que un guiño casi imperceptible
ocultó por un segundo unos de sus ojos verde esmeralda. No supo cómo
interpretarlo, de modo que lo descartó; lo más probable era que lo hubiese imaginado.
Mientras conducía hasta su casa,
sentía un enorme vacío en su interior. Pensó en llamar a su novia y tratar de
arreglar las cosas con ella, pero tampoco le apetecía. Desde ya estaba seguro
de que echaría de menos a la chica caliente de la web más de lo que había añorado a
ninguna mujer en su vida.
Al llegar, notó que su portátil estaba encendido. Así se había quedado desde que la noche anterior, casi de madrugada, lo dejara, loco de emoción, para intentar dormir un poco. El teclado estaba suspendido y movió levemente el ratón, para hacerlo revivir y dar la orden de apagado.
Al llegar, notó que su portátil estaba encendido. Así se había quedado desde que la noche anterior, casi de madrugada, lo dejara, loco de emoción, para intentar dormir un poco. El teclado estaba suspendido y movió levemente el ratón, para hacerlo revivir y dar la orden de apagado.
Entonces la vio. Primero pensó que
era uno de esos pantallazos con que a veces congelaba su imagen, para contemplarla durante el día y revivir lo que experimentara la
noche anterior.
Se quedó mirándola, nostálgico,
mientras trataba de buscar en su cuerpo alguna reacción, cuando de pronto la
vio moverse. Las manos oprimieron los erectos pezones, que otra vez apuntaban
hacia sus labios deseosos y una de las manos se deslizó lentamente por el liso
vientre, y se hundió en la oscura sombra de la entrepierna, mientras las anchas
caderas iniciaban un movimiento ondulante. Tuvo que apurarse en abrir el cierre
de su pantalón antes que la violenta erección desembocara en una prematura
lluvia de nieve que incluso salpicó el monitor, yendo a dar justo sobre los
labios rojos y carnosos de la chica de la pantalla.
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De los blog mas estimulantes que he visto, lo suelo visitar con frecuencia
ResponderEliminarSigue asi!!!
Gracias, José, muy estimulante también tu comentario. Saludos!!!
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