jueves, 17 de abril de 2014

Escenas eróticas memorables - Cien años de soledad


Cien años de soledad, la novela más universalmente conocida y apreciada del fallecido Gabriel García Márquez, tiene una escena erótica que, desde que la leí por primera vez, siendo adolescente, me perturbó, y que incluso llegué a saberme de memoria, como tantos otros pasajes del libro.  

Aquí se las dejo, acompañada de la hermosa portada de la edición cubana de 2007, ilustrada por el artista plástico Roberto Fabelo.


En cierta ocasión, José Arcadio le miró el cuerpo con una atención descarada, y le dijo: «Eres muy mujer, hermanita». Rebeca perdió el dominio de sí misma. Volvió a comer tierra y cal de las paredes con la avidez de otros días, y se chupó el dedo con tanta ansiedad que se le formó un callo en el pulgar. Vomitó un líquido verde con sanguijuelas muertas. Pasó noches en vela tiritando de fiebre, luchando contra el delirio, esperando, hasta que la casa trepidaba con el regreso de José Arcadio al amanecer. 

Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resistió más y fue a su dormitorio. Lo encontró en calzoncillos, despierto, tendido en la hamaca que había colgado de los horcones con cables de amarrar barcos. La impresionó tanto su enorme desnudez tarabiscoteada que sintió el impulso de retroceder. «Perdone -se excusó-. No sabía que estaba aquí». Pero apagó la voz para no despertar a nadie. «Ven acá», dijo él. Rebeca obedeció. Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le formaban nudos en las tripas, mientras José Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando: «Ay, hermanita: ay, hermanita». Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura y la despojó de su intimidad con tres zarpazos y la descuartizó como a un pajarito. Alcanzó a dar gracias a Dios por haber nacido, antes de perder la conciencia en el placer inconcebible de aquel dolor insoportable, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre.

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7 comentarios:

  1. Excelente fragmento. Se nos fue un grande, pero nos dejó increibles historias que no nos cansaremos de disfrutar...

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  2. Bonito homenaje al gran maestro, un abrazo Vivian.

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  3. Gracias a los dos. No podía dejarlo partir sin saldar la vieja deuda de darle un sitio en este blog, que se honra de su presencia.

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  4. Fué un genio en todo. En las pocas palabras que contiene la escena que has incluido en tu post, se encierra un erotismo mágico y brutal que, por fuerza, emociona y deja a quien lo lee colgado en el deseo prohibido. Enhorabuena Vivian y gracias por ese homenaje al que hasta ayer era el más grande escritor vivo de las letras en nuestra lengua común.

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  5. Es exactamente así, no podría expresarlo mejor. Y gracias a ti por comentar!

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  6. Es verdad, una escena que al leer el libro se me escapó. Al menos se me escapó como erótica.
    Un abrazo.
    HD

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  7. Bueno, es que ese libro es una caja de sorpresas. No es de leerlo una vez. Yo cada vez que lo leo descubro algo más que se me había escapado. Otro abrazo para ti.

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