martes, 17 de diciembre de 2013

Cuento erótico SORPRESA EN LA CIMA

No podía creer lo que estaba sucediendo delante de sus ojos. ¿Sería una alucinación debido al cansancio? Cerró los ojos y respiró profundo. Volvió a abrirlos y sí, ahí estaban. Absolutamente abstraídas del mundo exterior, como si solo existieran ellas dos sobre la faz de la tierra. Y eso casi era verdad, porque salvo Sergio, que se encontraba allí por una completa casualidad, no era probable que hubiera ningún otro ser humano en muchos kilómetros a la redonda.
Acostumbraba a escalar la montaña al final de la tarde, pero justo hoy tuvo que cambiar su rutina debido a una inoportuna reunión de trabajo. No quería dejar de entrenar ni un solo día, pues se preparaba para una carrera de montaña en Europa, y como el único momento que le quedaba libre eran las primeras horas de la mañana, se levantó temprano y emprendió la subida.
Al llegar a la cima, oblicuamente bañada por el tenue sol de las 8 de la mañana, se encontró con una agradable sorpresa. Dos mujeres completamente desnudas, una rubia y otra morena, estaban echadas sobre una manta colocada sobre la hierba, con sus cuerpos entrelazados y sus bocas fundidas en un beso que parecía interminable. Alrededor se veían las ropas deportivas de ambas, tiradas de cualquier modo aquí y allá, evidenciando que lo que estaba viendo debía ser el resultado de un arrebato de pasión totalmente imprevisto, tal vez bajo el influjo de ese oxígeno tan puro que se respira a esas alturas.
Trató de imaginar lo que había sucedido. Las chicas no debían ser demasiado amigas, y lo más probable era que estuvieran subiendo juntas la montaña por primera vez. Con seguridad, ambas eran heterosexuales y nunca antes habían tenido sexo con mujeres. “Siendo así, podrían estar dispuestas a admitir a un tercero masculino”, pensó, mientras contemplaba cómo la morena movía su lengua por el estómago de la rubia, rumbo a su entrepierna. Pero no parecía tan apurada por llegar a su destino como Sergio hubiera deseado. Se concentró un buen rato en el ombligo y a él, mientras observaba los senos pequeños y firmes de la otra chica, con los rosados pezones totalmente erectos por la excitación, se le ocurrió que ya mientras subían, debían haber experimentado los primeros síntomas de una inesperada atracción.
La mente de Sergio se desbocó: la morena, que venía detrás y tenía todo el tiempo ante sus ojos el prominente trasero de la catira, bien ceñido por la tela de la licra, debió haber sentido un inexplicable impulso por agarrarlo y hundir sus dedos en él. Y en algún momento en que la que iba adelante se detuvo y esperó a su compañera, que estaba algo atrasada, pudo tener desde arriba la visión del nacimiento de sus abultados senos, que la escotada camiseta era incapaz de contener. Entonces le pasaría por la cabeza la fugaz imagen de su cara hundiéndose entre ellos y de su boca chupando el sudor un poco ácido que debía cubrirlos.   
Ciertamente, ambas debían haberse escandalizado ante esas fantasías completamente involuntarias, y hasta procurado pensar en otra cosa. Pero al llegar arriba y experimentar ese subidón de energía que produce el haber alcanzado la cima, de repente se habrían quedado una frente a la otra, mirándose como hipnotizadas, tal vez fingiendo al principio que nada estaba sucediendo, mientras los ojos verdes de la rubia se clavaban en los negros de la otra, y la excitación iba haciendo más y más presa de sus cuerpos.
Imaginó que en un momento ya no pudieron más y como fieras saltaron una sobre la otra, los labios rojos y llenos de la morena casi devorando la boca pequeña y rosada de la rubia, y las ropas fueron saltando por los aires, a medida que cada una procuraba dar rienda suelta a sus fantasías de la subida. Así, imaginó que la morena halaba hacia abajo la licra de la otra, para desnudar su trasero y echando rodilla en tierra, comenzaba a besar y morder las blancas y abultadas nalgas, a la vez que las oprimía con sus manos. Luego se invertirían los papeles y la rubia sería quien de un tirón sacaría la camiseta de su compañera, dejando al descubierto su pecho, que contemplaría por unos segundos con gula, antes de hundirse entre los generosos senos, coronados por pezones grandes y oscuros.
Un coro de gemidos lo hizo reaccionar y darse cuenta de que, por estar imaginando lo sucedido antes, se había estado perdiendo lo que sucedía justo en ese momento. Prestó atención justo a tiempo para ver a las dos chicas abrazarse con ternura, intercambiar una sonrisa de complicidad y ponerse de pie, en busca de sus ropas. Lamentándose de su estupidez, aún alcanzó a admirar sus hermosos cuerpos desnudos unos momentos más, antes de que se vistieran y se dispusieran a emprender el descenso.
En ese momento la rubia lo vio, e hizo un gesto a la otra en su dirección. Sergio se quedó paralizado, mientras la morena lo miraba de arriba abajo con descaro, deteniéndose especialmente en el bulto de su entrepierna, que la licra no lograba contener, y se encogía de hombros, como apenada.
-Será para la próxima -le gritaron entre risas, cuando ya habían comenzado a bajar.
“¿Cómo es posible ser tan idiota?”, se lamentó Sergio y recogiendo su mochila, emprendió también el descenso, con la esperanza de alcanzarlas y tal vez lograr conseguir la vaga promesa de un próximo encuentro en la montaña.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Vivian Stusser habla de sus novelas (entrevista)

Esta es una entrevista que me hicieron vía Internet y que apareció recientemente en una revista local acá en Venezuela, llamada Código de barra. Como no está online, la reproduje aquí  tal cual fue publicada y coloco la misma foto que ellos usaron. Es básicamente acerca de Piel de naranja, aunque también hay sus referencias a Bisexual. Espero que la disfruten.
 

¿Desde cuando escribes  este género de novela y por qué 
empezaste a hacerlo?
 
Desde hace unos ocho años, cuando comencé a escribir mi primera novela, Bisexual. No planifiqué escribir erotismo, simplemente sucedió. Se me ocurrió una anécdota para una novela y a medida que escribía, la historia iba necesitando del sexo para poder contarse, así que lo utilicé, una cosa llevó a la otra y resultó no solo erótica, sino sumamente atrevida en sus planteamientos. Luego la segunda, Piel de naranja, siguió el mismo camino, pero esta vez fue más premeditado. Ya había probado el género y me había sentido cómoda en él. Había decidido que sería erótica desde el principio.
 
¿Cuánto tiene de autobiográfica tu novela?
 
Si la pregunta es si estoy narrando hechos que me ocurrieron a mí, la respuesta es no. Sin embargo, sí admito que puedo haber utilizado de manera indirecta algunas experiencias personales, no necesariamente exactas a las narradas allí, pero que pueden tener en común con ellas determinadas reacciones y mecanismos emocionales para producirse. Traté de usar una situación que puede considerarse extrema, pero en la cual cualquier lector puede encontrar un espejo para entender determinados aspectos de su vida, sin necesidad de estar viviendo exactamente el mismo caso. También, obviamente, utilicé mis conocimientos de psicología y terapia, sin que eso signifique que el personaje que encarna al psicólogo sea basado en mí. Una novela, aunque sea de ficción, siempre toma insumos de muchas fuentes, y una de ellas es siempre la propia experiencia del autor, sin por ello tener que considerarse autobiográfica.
 
¿Con cuál capitulo te identificas más?
 
Me gusta mucho ese en que la protagonista hace un recuento de una serie de experiencias amorosas pasadas, viéndolas a través de un nuevo prisma y descubriendo el modo en que había malinterpretado las cosas para no entrar en contradicción con sus creencias. Es una escena clave en la novela, marca una de las fases del cambio de Sandra hasta tomar consciencia total de lo que sucede en su vida.
 
¿Se podría decir que tu novela es “rosa”?

Para nada. Todo lo contrario. Ni los personajes, ni las situaciones, ni siquiera la solución final responden a esos estereotipos ampliamente usados en la literatura, que es lo que a mi entender caracteriza a las novelas llamadas “rosa”. Ni siquiera la consideraría romántica, aunque haya sentimientos amorosos en ella, yo diría que antes que nada es una novela profundamente humana.
 
¿Se trata de una novela para hombres, para mujeres o para ambos sexos?
 
Para ambos, definitivamente. Pudiera pensarse que la perspectiva es femenina, pero yo he escuchado varias opiniones de lectores hombres que se han visto reflejados en el personaje masculino, y también de otros que se han puesto incluso en la piel de la protagonista mujer y entendido a través de ella situaciones de su vida. Creo que cualquier persona que viva o haya vivido en una relación complicada puede encontrar algo de interés en esta novela, aunque no haya experimentado una situación de esa magnitud.  
 
¿En esa novela cabe de todo?
 
Yo cuando escribo no me pongo límites. Tengo que contar una historia, y todo lo que sea necesario para desarrollar la trama será utilizado. Y creo que precisamente por el hecho de estar plenamente justificado nunca resultará excesivo, por muy fuerte que algunos lo puedan considerar.
 
¿Hay algo de violación en esa novela o algo de violencia sexual?
 
Creo que hay violencia, pero no violación. Creo que el sexo es siempre de algún modo consentido, e incluso, a veces, la misma violencia que lo antecede, pero eso forma parte de la idea que la novela quiere transmitir, y el modo en que somos responsables de las situaciones en que nos encontramos. Sí hay algo de violencia sexual en algunos pasajes, pero en general trato de alejarme de esa lectura de la violencia, si se quiere estereotipada, en la que hay una víctima y un victimario plenamente identificados. Como ya dije antes, no hay estereotipos en esta novela.  
 
¿La violencia sexual es buena o es mala? ¿Cómo lo ves tú?
 
Siempre depende del contexto. Si hay consentimiento y ambos participantes han decidido entrar en el juego libremente, podrían disfrutarla. Si hay alguien sufriendo por ese motivo, no puede considerarse nunca algo positivo.
 
¿Todo puede ser consentido o hay cosas que es mejor no consentirlas?
 
Toda persona debe tener claro qué es lo que quiere en su vida y aceptar solo aquello que le dé satisfacción. A veces se consienten las cosas por los motivos equivocados, y hasta podemos creer que las disfrutamos, pero cuando nos sinceramos con nosotros mismos y comprendemos qué era lo que nos hacía permanecer ahí, tenemos la posibilidad de decir “no” sin miedo y sin sentirnos culpables.
 
¿El sexo debe ser abierto o cerrado?
 
Eso depende del gusto y el deseo de quienes lo practiquen. No hay recetas, lo que le funciona a una pareja puede no funcionarle a otra y eso no significa que esté bien o mal a priori.
 
¿Hay muchos huecos en esa novela?
 
.... no entiendo muy bien la pregunta. Aquí creo que estás hablando de Bisexual. En fin, los huecos son lo que la madre naturaleza nos dio, todos tenemos los mismos y la diferencia es el modo en que los utilizamos. Otra vez depende del gusto de cada cual y eso incluye a mis personajes. 
 
¿Se vende bien la novela erótica?
 
Sí, aunque no tanto como me gustaría. Creo que todavía hay prejuicios que vencer, aunque las mentes se van abriendo poco a poco. También hay mucho erotismo de mala calidad pululando por ahí y eso le hace daño al género. Pero sí, Bisexual en su edición impresa, tuvo buenas ventas en Venezuela, ahora en Amazon se sigue vendiendo a nivel internacional, y Piel de naranja, que solo se ha vendido en formato digital, ya va moviéndose poco a poco. La autopublicación requiere de mucha publicidad en las redes sociales; al no estar apoyada por ninguna editorial, debe hacerla el mismo autor y esto lleva mucho tiempo y esfuerzo. Pero se está abriendo un camino muy interesante por esa vía. 
 
 
Encuentra más información sobre mis novelas aquí: 
 
 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Relato erótico: CON LA ROPA PUESTA



Se veía que era muy joven, pero tenía una forma de moverse que no dejaba lugar a dudas de sus intenciones. Aquella chica quería guerra, y si de él dependía, la iba a tener.
Un rato antes la vio entrar a la discoteca completamente sola, y parándose delante de la pista, echar un vistazo alrededor. “Debe estar buscando a alguien”, pensó Luis, decepcionado, pues de nada más verla (con su ceñido conjunto de short y camiseta corta de licra que tan bien se amoldaba a sus curvas generosas, dejando ver por todas partes retazos de aquella piel morena que se adivinaba tersa y sedosa), su cabeza ya se había llenado de tentadoras imágenes.
Entonces la mirada de aquellos ojos negros de largas pestañas se detuvo justo en él. La chica contempló por unos segundos su rostro y luego, con todo desparpajo, lo recorrió de arriba a abajo de un modo que lo hizo sonrojar. Luis todavía no entendía que había sido el elegido cuando ella hizo un gesto como asintiéndose a sí misma y se encaminó hacia él con determinación, lo tomó de la mano y sin mediar palabras, lo arrastró a la pista.
Aún sin poder creerse su buena suerte, la siguió y cuando al llegar al centro ella de inmediato comenzó a mover sus caderas al ritmo del reggaeton, él se le arrimó por detrás y colocando la mano sobre su cintura, comenzó a seguir sus movimientos. Nunca antes había bailado ese ritmo -de hecho entró a la discoteca acompañando a un amigo que quería chequear si una chica que le gustaba estaba allí- pero no le fue difícil captar la esencia del baile, que era muy sencillo: ella movía la cintura a la vez que frotaba su trasero contra su pelvis y él solo tenía que colocar las manos sobre sus caderas y corresponder a sus movimientos.
Pero había un problema con el que no había contado. Una vez que las nalgas de la muchacha comenzaron a rozarlo, su miembro comenzó a endurecerse sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Se cortó un poco, pensando que ella se molestaría, pero notar su erección la hizo arreciar sus movimientos, apretándose todavía más contra aquella dureza.

No podía creer  lo que estaba sucediendo. Veía a su alrededor a otras parejas bailando, y aunque los movimientos eran similares, ninguna chica parecía tan atrevida como la suya, que ahora se estaba doblando por la cintura y proyectaba su trasero como si lo estuviera invitando a un coito al estilo perrito. No se hizo de rogar y correspondió con los movimientos requeridos, mientras escuchaba la letra de la canción.  

               Hagamos el amor con la ropa
               siente la pasión del reggae
               cuando tu apretada me roza 

               y yo a ti te rozo a la vez.  

Y así era, en efecto. Los movimientos y las actitudes eran los mismos que si estuvieran teniendo sexo, solo la ropa impedía que pudiera consumarse el acto. Y era eso precisamente lo que lo hacía más excitante. Luis entonces dejó su mente volar y comenzó a imaginar cómo sería si estuvieran desnudos. Mentalmente se bajó su pantalón, mientras ella hacía lo propio con su licra,  dejando al descubierto unas nalgas redondas y macizas entre las que se hundía la tira de un minúsculo hilo dental rojo. Desenfrenada, se despojó también de la ropa interior, e inclinándose más aún, puso las manos sobre el suelo, alzó las piernas y las colocó a ambos lados de las caderas de Luis, que al ver su sexo abierto ante él no pudo hacer otra cosa que penetrarla, mientras con las manos la sostenía por los muslos. La chica, al sentirlo en su interior, arreció los movimientos vibratorios a la vez que empujaba su pelvis más y más contra él, que se hundía más y más dentro de ella. 

Siento una energía
que yo ya no puedo operar
es algo que me controla
y quiero más, más
de tu seducción
amor, amor…
No te detengas… 

Ya para Luis no había nadie más alrededor, solo sus dos cuerpos desnudos ensartados y moviéndose al ritmo de la música. Ni siquiera se fijó en su amigo que, al no encontrar a su chica vino a buscarlo para irse y al verlo tan concentrado, optó por marcharse solo.
Al terminar esa pieza reaccionó y volvió a la realidad, pero con la siguiente canción todo volvió a comenzar. La chica no se despegó de él en toda la noche. En varias ocasiones -cuando su fantasía, acompañada del descarado contacto físico, elevaba su excitación al máximo- Luis estuvo a punto de dejarse ir, pero siempre logró controlarse, pensando en otra cosa. En una ocasión, ella de un empujón lo obligó a acostarse boca arriba sobre la pista y colocándose de rodillas a ambos lados de sus caderas, se sentó sobre su pelvis y comenzó a moverse en círculos. Era demasiado provocadora y lo miraba con tal lascivia, que para él era obvio que lo deseaba y mucho. Estaba seguro de que esa noche acabarían en la cama y la música que escuchaba no hacía sino confirmárselo. 

                    Tu cuerpo me llama
                    yo sé que te mueres de las ganas
                    de tenerme en tu cama. 

Revisó mentalmente sus bolsillos, no tenía suficiente efectivo. Si iba usar tarjeta tendría que ser un hotel más caro. Pero bueno, la ocasión merecía la pena. Volvió a recrearse mirándola e imaginando desnudos los senos que ahora se apretujaban dentro de la tensa tela de su blusa, y a veces llegaban a rozar su cara. Los imaginaba firmes y llenos, de grandes y oscuros pezones, que él haría endurecer al deslizar su lengua por ellos.               
                   
                   Me desespero… 
                   Quisiera, sentir tu cuerpo, eh, eh 
                   Es el momento de venir a mí, 
                   no pierdas más tiempo...
  
Ya pasaba de la medianoche. Al terminar una canción, la muchacha por fin se detuvo, miró su teléfono y volviéndose a él, por primera vez le dirigió la palabra.
 
-Tengo que irme. ¿Volverás mañana? –le dijo, casi dando por sentado que la respuesta sería positiva.
Luis se quedó de una pieza.
-Pero… Yo pensé que querías que… siguiéramos la fiesta en otra parte.
Ella lo miró como si de un insecto se tratara.
-¿Estás loco? Allá afuera me está esperando mi novio, que viene de trabajar.
Luis no lo podía creer.
-¿Entonces todo lo que pasó entre nosotros no significó nada?
Ella primero pareció sorprendida, luego sonrió, burlona.
-¿Tú como que es primera vez que bailas perreo?
Luis, que ya comenzaba a comprender la magnitud de su error, asintió a la vez que se sonrojaba. La muchacha lo miró, compasiva.
-Tranquilo, es normal que te confundas al principio, ya te acostumbrarás.
Él sonrió con timidez.
-Oye, pero déjame preguntarte algo. ¿Tú novio sabe lo que haces aquí adentro?
-Claro, él sabe que estoy buscando pareja para un concurso de reggaeton que hay el mes que viene. Voy todos los años con él, pero esta vez está demasiado complicado con su trabajo.
-¿Y por qué yo?
-Tienes la estampa perfecta y resultó que lo haces bastante bien, solo te falta práctica para ajustar algunos detalles como… controlar algunas respuestas físicas. Vuelve mañana y seguimos practicando, ¿sí?
Luis asintió casi sin darse cuenta, entonces ella sonrió y dándole la espalda, se alejó en dirección a la entrada. La siguió con disimulo y la vio saludar a un tipo, con un físico bastante parecido al suyo, que la abrazó y la condujo afuera.
Salió tras ellos y los vio montar un carro moderno y besarse allí dentro largamente. “Así que ese es el afortunado que va a apagar todo ese fuego”, pensó. Mientras el hombre ponía en marcha el motor, ella se volvió y sonriéndole, cerró uno de sus hermosos ojos en un guiño significativo.

martes, 27 de agosto de 2013

Relato erótico EL PIBE: "Así vocé me mata"


 El Pibe 

“Mimosa, mimosa, así vocé me mata…”. Todo el tiempo repetía la misma coletilla, que luego supimos era su versión muy particular del último hit de un cantante de moda brasileño, que él escuchaba todo el tiempo por el celular. La melodía era realmente pegajosa y todos en el hotel terminaron repitiéndola también, a fuerza de escuchársela.

El chico tendría unos veinticinco años, y aunque viajaba solo, siempre se lo veía acompañado, pues no desaprovechaba la oportunidad de establecer un diálogo con cualquiera que hablara su idioma y mostrara el más mínimo interés por él, aunque solo fuera un saludo de cortesía, o un comentario al pasar. Con su escaso vocabulario y una sintaxis verbal bastante limitada (que de primer impacto le hacía parecer un angloparlante que no dominaba bien el español), les contaba a quienes se quedaran a escucharlo que era argentino y trabajaba como obrero en la industria automotriz de su país. Había ahorrado todo el año, haciendo muchas horas extraordinarias, para poder pagarse al fin aquel soñado viaje a Cuba. Y para reafirmar su admiración por el  Ché Guevara y de paso hacer bien evidente para todos su cortedad de luces, se dejó aconsejar por un grupo de cubanos que trabajaba en la playa (siempre a la caza de turistas incautos) y terminó pagando porque le estamparan en la espalda un inmenso tatuaje con el rostro de ese personaje sobre el fondo de una ondulante bandera cubana.

Pronto se convirtió en un personaje pintoresco de aquel hotel de Varadero, en el que un heterogéneo y multinacional grupo de turistas había convergido en aquellos días tempranos de enero, para ser sorprendidos por el primer frente frío de la temporada invernal cubana, con una temperatura entre los 15 y 20 grados y constantes ráfagas de un viento del norte helado y cortante, que obligaba a los pocos que se atrevían a acercarse al mar a protegerse con gruesos abrigos. Ya todos se referían a él como “El Pibe” y la mayoría lo toleraba por un rato y luego buscaba el modo de librarse de él. Algunos lo admitían en sus grupos y se divertían haciéndolo blanco de inocentes burlas (qué era evidente que no lograba captar) y solo unos pocos lo detestaban francamente.

Entre estos últimos se encontraban un par de chicas mexicanas a las que él se dedicó con más vehemencia que al resto. Al principio coincidieron en varias actividades, como las prácticas de buceo, un viaje en yate y una visita dirigida a una emblemática cueva de la zona. Luego él insistía en unírseles todo el tiempo, ya fuera para las comidas, para los eventuales tragos en el bar del lobby o en la terraza (muy frecuentados, ante la imposibilidad de bañarse en el mar) o para presenciar los espectáculos nocturnos que se ofrecían en las instalaciones el hotel. Ellas intentaban escabullirse, pero él siempre las encontraba y como su simplicidad le impedía notar su displicencia, no había manera de zafárselo. Terminaron por aceptarlo como un mal inevitable, tal vez como algo más en aquel paquete de “Todo incluido” que habían pagado.

El Pibe llegó a confesarles a quienes lo escucharon el tiempo suficiente, que estaba “encamotado” de la más flaca de las dos “minas” (que era de contextura normal, mientras la otra era más bien gordita), llamada Martha y le estaba “echando los galgos”. Si lo dejaban hablar un poco más, contaba que estaba a punto de “levantarla”, pero que ella aún dudaba, pues tenía un novio en México que no dejaba de llamarla a todas horas por el celular.

Sentado en la piscina del hotel, observaba a la chica despojarse de sus abrigos y tenderse en una tumbona para intentar broncearse un poco bajo los escasos rayos de un tímido sol que emergía a ratos, para a los pocos minutos volver a ocultarse tras las nubes. Ella le sonreía de lejos y él imaginaba que lo estaba incitando a admirar su bien formada figura, embutida en un minúsculo bikini azul. “Mimosa, mimosa, así vocé me mata…”,  tarareaba en voz baja mientras abombaba las piernas de su short playero con el pretexto de tomar sol en los muslos, pero con la finalidad real de ocultar la potente erección que le había provocado el solo imaginar su cara hundida entre aquel par de senos turgentes que el sostén del traje de baño a duras penas lograba contener.

Fantaseaba con que ella los dejaba libres del sostén y él los recorría con labios y lengua, atrapando con sus dientes los erguidos pezones oscuros, mientras sus manos bajaban por su espalda y acariciaban las nalgas expuestas por el minúsculo hilo dental. Cuando abría los ojos y buscaba su rostro, veía que ella estaba sonriendo (tal vez por algo que la amiga le decía), pero en su mente aquella sonrisa significaba que aprobaba y hasta compartía sus fantasías.

Una noche, al terminar las actividades nocturnas del hotel, un grupo de huéspedes quiso seguir la rumba en una conocida discoteca del lugar. Al ver que las mexicanas se sumaban, El Pibe también se anotó, y cuando, ya en el lugar, Martha le dejó invitarla a unos tragos (también tuvo que invitar a la amiga, pero eso no le importó) y hasta bailó con él un par de piezas de salsa cubana, ya no tuvo dudas de que era plenamente correspondido. Verla moverse tan cerca de él siguiendo el contagioso ritmo caribeño y poder incluso tocarla y hasta pegarse a ella cuando las evoluciones del baile lo permitían, lo hizo sentirse el hombre más afortunado del mundo. “Mimosa, mimosa, así vocé me mata…”, repetía mentalmente, aunque la música que sonaba era muy diferente.

Al salir del local, la gordita estaba bastante mareada para caminar y él de inmediato se ofreció a brindarles el taxi hasta el hotel. Cuando llegaron, la chica apenas se sostenía en las piernas, lo que le dio la oportunidad de ayudar a Martha a llevarla hasta la habitación que ambas compartían y tenderla en la cama. Como ella luego volvió a sonreírle a modo de agradecimiento y se dirigió al baño sin despedirse, El Pibe asumió que lo estaba invitando a quedarse y hasta se tendió en la otra cama para esperarla. Mientras escuchaba el sonido de la ducha, imaginó que ella salía del baño envuelta en una toalla, con la piel aún sonrosada por el agua caliente y pequeñas gotas mezclándose con los dorados vellos de su piel. Al verlo en la cama se acercaba y despojándose de la toalla de un tirón, se colocaba a horcajadas sobre él y con los mismos ondulantes movimientos con que había bailado la salsa casino, iba dejando que su miembro erecto la penetrara, mientras las manos de él aferraban los desnudos y aún tibios senos.

-¿Pero qué carajos haces? –casi gritó la muchacha al salir del baño y verlo allí echado, con el pantalón por los muslos, el interior también abajo y con los ojos cerrados, masajeándose el rígido miembro-. ¡Fuera de aquí! ¡Vete a chingar a tu madre! –agregó, señalándole la puerta.

De cualquier manera El Pibe se puso de pie, logró subirse el pantalón y salió al pasillo, seguido por los insultos de la chica.
-¡Guarro, chaquetero! -todavía la escuchó gritar mientras se alejaba.
“Qué tarado”, se lamentó para sus adentros. “La piba pensaría que me la estaba haciendo solo, sin esperarla. Bueno, a ver si mañana se le olvida y me da otro chance”, se consoló.

Y cuando abrió la puerta de la habitación que ocupaba en solitario, ya repetía de nuevo aquel estribillo pegajoso. “Mimosa, mimosa, así vocé me mata…”.



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domingo, 21 de julio de 2013

CARACAS ERÓTICA. 2da Entrega: CHICAS EN LA CIUDAD




Como me gustó tanto el relato Señales del cielo y le tomé cierto afecto a su protagonista, he decidido que forme parte de una serie, de la cual la entrega de hoy es una especie de presentación de los personajes que a partir de ahora se repetirán tomando parte en diferentes situaciones, todas, obviamente, de tipo sexual. 

Llamaré a la serie: Caracas erótica, pues esta ciudad será su escenario. Para no perder la costumbre, seguiré solicitando la colaboración de los lectores. Al final tendrán su manera de participar, si gustan. 

Quienes no hayan leído el primer cuento, les aconsejo entrar aquí y hacerlo antes de seguir, o no entenderán nada de lo que hablaré a continuación. Luego pueden volver acá y continuar leyendo. 




Después de haber leído su aventura en el relato Señales del cielo, es de suponer que los lectores se hayan formado cierta opinión sobre Mónica. Dado su desenvolvimiento en esa historia, seguramente estarán pensando que es una chica bastante superficial y hasta un poco cabeza loca. No los culpo, de hecho su comportamiento deja bastante que desear. Sin embargo, debo decir en su defensa que este tipo de lances no son algo común en su vida, que resulta usualmente bastante convencional y monótona.

Sí, no se sorprendan. Aunque pudiera parecerlo, Mónica no es ninguna ninfómana ni anda todo el tiempo a la caza de aventuras sexuales eventuales. Es cierto que busca a alguien, pero a alguien especial, un gran amor. Y de hecho, si reflexionan mejor en lo leído, hasta me darán la razón. Porque se percatarán de que ella necesitó escudarse en la novela y que ésta le diera la pauta a seguir, ya que de lo contrario y a pesar de que el joven la atrajera, probablemente no se habría atrevido a llegar tan lejos.

Por otro lado, el hecho de que inicialmente lo rechazara y que luego, el verlo sacar un libro, la hiciera cambiar de opinión tan drásticamente, puede hacer pensar que se trata de alguien bastante esnob y pseudointelectual, pero en esto también estarían siendo demasiado duros con Mónica. Sencillamente, ella trata de encontrar a alguien que se corresponda con sus intereses, con quien pueda hablar y con quien tenga gustos en común. Quizás sí fue un poco superficial al juzgarlo por su apariencia, y luego es evidente que se fue al otro extremo. En fin, debo admitir que Mónica no es lo que se dice muy perceptiva, pero tampoco por eso tenemos que crucificarla.

Respecto a su reacción al final del episodio, ahí sí les doy en parte la razón. Ella no debió ser tan impulsiva, en definitiva no la había pasado nada mal con el muchacho. ¿Qué más daba si no era un intelectual? En definitiva, ¿quién necesita alguien que se haya leído media Biblioteca Nacional para disfrutar de una buena aventura sexual? Aquí ya vamos profundizando en la personalidad de Mónica, y vemos que en el fondo es una chica bastante convencional, que jamás hubiera intentado esa aventura de haber supuesto que sería sólo por sexo. Ella necesitaba imaginar que la cosa iría más allá y que las aficiones comunes contribuirían a ello. Admito que fue bastante ingenuo de su parte, pero Mónica es aún muy joven y la vida no le ha dado demasiadas oportunidades de explorar el complejo mundo de las relaciones románticas. 

Ahora, algunos datos más sobre el personaje. Mónica tiene veinte años, es natural de San Cristóbal (aquí los lectores venezolanos esbozarán una sonrisa) y se encuentra en Caracas estudiando Letras en la Universidad Central desde hace exactamente un año y cinco meses. Comparte el apartamento con una amiga, de su misma región y para completar, estudiante de Psicología. Con estos antecedentes, ustedes coincidirán conmigo en que no podemos exigir demasiado de ella.

Ya sé lo que me van a preguntar. ¿Y a que viene esa afición por el esoterismo? Ok, coincido en que eso no casa demasiado con el patrón que hemos dibujado, pero toda regla tiene su excepción y de éstas es que suele nutrirse la Literatura. Es cierto que Mónica es fan de los horóscopos, y que nunca se pierde  el programa de Carlos Fraga en Televen. También es verdad que en secreto, adora “El Alquimista”, de Paulo Coello. No la culpo por ocultarlo, porque ya se ha ganado entre sus compañeros de clase el apodo de “La comeflor”, y no tiene ningún sentido que siga arrojando más leña al fuego. Su estancia en la Facultad de Humanidades podría llegar a tornarse insoportable.

Esta pasión por la Nueva Era es plenamente compartida por Sonia, su compañera de piso, quien, por su parte, hace enormes esfuerzos por buscar el punto medio que le permita asimilar las técnicas del Renacimiento al Psicoanálisis freudiano. Tenemos que decir a su favor que es mucho más valiente que Mónica y que ha llegado a plantear esto como un posible tema de tesis, lo cual, además de las burlas de sus compañeros, ha provocado que más de un profesor se lleve la mano a la cabeza con evidente desconcierto. 

Por lo demás, Sonia tiene un novio desde hace años, al que ve sólo cuando va a su pueblo en vacaciones, y al que es total y absolutamente fiel, razón por la cual Mónica generalmente tiene que afrontar sola o con personas menos allegadas, su búsqueda de compañía masculina. Aunque su amiga en ocasiones le echa una mano.  

He olvidado mencionar que, aunque paisanas, hay una pequeña diferencia socioeconómica entre ellas. Mónica proviene de una familia adinerada de la provincia, mientras que la de Sonia es de simples agricultores, razón por la cual ella se ve obligada a trabajar medio tiempo para suplir sus gastos, entre ellos pagarle a su amiga una módica cantidad por la habitación que ocupa en el apartamento que la otra paga casi totalmente de la generosa mesada que sus padres le depositan mensualmente. 

Por estos tiempos, Sonia consiguió un empleo de mesera en el café del Museo de Bellas Artes, y Mónica mata gran parte de su tiempo libre allí, usualmente acompañada de algún libro y de una deliciosa torta de chocolate, siempre al acecho de algún príncipe, que además de ser azul, comparta sus gustos espirituales y literarios.  Su amiga, que se encuentra plenamente al tanto de sus operaciones, de vez en cuando hace las veces de celestina, avisándole si aparece algún nuevo prospecto, al que de inmediato confecciona una especie de ficha mental, que luego comunica a su amiga: Hora en que suele ir, alimentos que ingiere, titulo del libro que lleva, si va sólo o acompañado de amigos, si es generoso o tacaño en las propinas... Este último detalle no le importa tanto a Mónica, pero su amiga insiste en aportarlo y bueno, ella tampoco está interesada en decepcionarla, así que finge interés al respecto. 

Ahora mismo, cuando Mónica está aún en el metrobús, decidiendo si destroza o no la dichosa novela, Sonia acaba de repicarle al celular. Está claro que el modesto Huawei Android de la otra es prepagado y tiene que estirar una tarjeta de 60 bolívares por todo un mes, mientras que a ella el consumo de su iPhone postpago se lo debitan directamente de la tarjeta de crédito de su adinerado papá. La llama de inmediato.

―Oye, ¿por dónde andas? –Indaga Sonia-. Te aconsejo que vengas para acá de inmediato, hay un candidato perfecto allí sentado. Ya se ha tomado dos cafés y parece interesadísimo en el libro que está leyendo. No creo que se vaya por ahora.

Mónica sonríe tristemente y no sabe qué decir. Aquello parece una broma macabra. Casi le da una mala contesta a Sonia, pero logra reaccionar a tiempo. Ella no tiene culpa de su estado anímico y es cierto que en otras circunstancias, le hubiera agradecido mucho semejante aviso.

―Ah, gracias amiga, pero hoy paso. Estoy demasiado cansada y hasta un poco depre. Ya te contaré en la noche lo que me pasó. 
Se despiden y tranca el teléfono. Ya el autobús está llegando a su destino, y se apresta a bajarse. El pegoste en sus muslos ya se pasa de incómodo y además, eso de andar por ahí sin pantaleta... Al bajarse, para un taxi y le da la dirección de su apartamento en El Marqués. Al llegar se da un buen baño y se mete de inmediato en la cama, donde se duerme de inmediato, y no despierta hasta que su compañera llega a casa, unas tres horas después.


Sonia no sale de su asombro:

—Pero… Mónica, tu estás loca de remate, amiga. Irte tras un hombre al que no conoces, a meterte en quién sabe qué lugar…

—Tampoco era tan mal lugar, la casita era un anexo, pero quedaba en la Florida —le replica Mónica, con una sonrisita maliciosa. Ya se siente un poco mejor y ahora más bien tiene ganas de azuzar a la otra. 
—Oye, ya sabes que esas cosas no importan, igual pudo ser un asaltante o un violador —insiste Sonia.

—Para qué preocuparme por eso, ¿no ves que si una cosa quería yo en ese momento con todas mis fuerzas era que me violara…? —le sonríe abiertamente, y Sonia queda bastante confundida. Su mente simple aún no capta las intenciones humorísticas de su amiga y cada vez sus ojos se abren más de asombro y estupefacción. 


—Pero qué dices… y además, ¡ni siquiera usaste preservativo! Esa historia del semen corriéndote por las piernas. ¡Ay, Mónica, yo creo que tú te volviste completamente loca! 

Ante esta última observación, Mónica se queda callada, y hasta se le refleja cierta preocupación en el rostro. Acaba de darse cuenta de ese detalle, justo en este momento. Ahí sí que Sonia tiene su razón, de verdad que se pasó de loca. 

Bueno, nosotros sabemos que más que loca, nuestra amiga ha pecado de ingenua e inexperta y esto nos viene a comprobar, una vez más, que ella hasta ahora no ha sido aficionada a este tipo de aventuras casuales. Pero... ¿cómo la afectará lo sucedido hoy?




Aquí ya las tienen. Ellas serán los personajes principales. ¿Qué es lo que quiero de los lectores? Qué me aporten ideas de situaciones eróticas en que ellas podrían estar inmersas. Solo la idea, no es necesario que escriban el relato, de eso me encargaría yo. 

Los venezolanos estarán más en su ambiente, pero igual cualquiera puede imaginar situaciones de sexo urbano, y yo las adaptaría al escenario de acá. También se valen sugerencias sobre los personajes, aún estamos a tiempo de hacerles modificaciones.

Dejaré pasar un mes entre una entrega y otra, así ustedes tienen tiempo de pensar y yo de escribir. Y si no se les ocurre nada, igual coméntenme qué les parece esta idea.

¡Ya está la tercera entrega de esta serie! Oprime aquí