En medio del calor del entrenamiento, es fácil que suba la temperatura sexual y la imaginación cabalgue por sobre las máquinas de ejercicio.
Cuando las vio ese día en el gimnasio, entrenando juntas,
lo primero que pensó Marcos fue que eran amigas. Era obvio que había una
diferencia de edad ─una de ellas era muy joven, no tendría más de 20 años,
mientras que la otra estaba entrando en la madurez─, pero no le prestó demasiada
atención a ese detalle.
Luego comenzó a intrigarlo el modo en que se trataban una
a la otra, a su juicio, demasiado cercano e íntimo para tratarse de una simple
amistad. Demasiadas sonrisas, roces y arrumacos, ahí había gato encerrado.
Luego vio que la mayor, con expresión de reproche, le acomodaba a la chica el
escote de la camiseta deportiva, que se había estirado y mostraba más que lo
que era decoroso. Más tarde, cuando se dio cuenta de que él las miraba, puso
cara de perro guardián. Sí, ahí tenía que haber algo más.
Las siguió observando, ahora con más disimulo. Las dos
estaban en muy buena forma. La madura era inclusive más bonita que la joven, y tenía
un cuerpo más voluptuoso, con caderas anchas, cintura estrecha y trasero
prominente, si bien no era demasiado pródiga en su parte superior. La más joven
tampoco estaba mal, aunque tenía un rostro corriente. Era más delgada y menos
curvilínea, excepto por un par de enormes senos que parecían de reciente adquisición
y que se empeñaba en mostrar a pesar de los esfuerzos de su compañera por
evitarlo. Era obvio que si tenían una relación, la mayor era quien llevaba la
voz cantante en ella.

¿Cómo sería el sexo entre esas dos? Obviamente, la mayor
debía ser la que llevara el control y tomara la iniciativa. A partir del
momento en que dejó que esa inquietud le entrara en la cabeza, en su mente
comenzaron a generarse imágenes donde las veía desnudas y en las posiciones más
sugerentes, siempre relacionadas con los ejercicios que estaban haciendo en el
momento.
Una de esas fantasías se la sugirió el hecho de que la
muchacha usaba una máquina en que permanecía sentada, abriendo y cerrando las
piernas. La otra estaba bocabajo en el aparato donde se trabajan los aductores.
Mentalmente Marcos las desnudó y acercó, de modo que la cabeza de la mayor se
insertaba entre las piernas de la joven ─cuyo rostro, de transfigurado por el
esfuerzo del ejercicio pasó a tener una expresión de total éxtasis─, que gemía
y abría los muslos de par en par, para luego, siguiendo el movimiento de la
máquina, volver a cerrarlos, apretando contra su sexo la cabeza de la otra
mujer, cuya lengua se alargaba y recogía al mismo ritmo con que alzaba y
estiraba sus piernas en su aparato.
La erección que esa fantasía le produjo obligó a Marcos a
buscar una máquina más remota, la única donde quedaba de espaldas al resto de
las personas, para esperar que se le pasara, mientras fingía hacer bíceps.
Cuando pudo volverse, ya las dos mujeres no estaban allí.
Temió no volver a verlas. Era primera vez que ellas
venían al gimnasio del que él era asiduo, sabía que muchas lo hacían solo una
vez como prueba y no regresaban. No quería perderlas de vista. Se apuró hacia
el vestidor y se cambió de prisa, confiando en que las mujeres son más lentas
en arreglarse y cuando estuvo listo, se apostó en la entrada, simulando mirar
una cartelera.
Tras esperar un buen rato, en que casi se convenció de
que tal vez se hubieran ido con la misma ropa deportiva, vio que salían del
vestidor femenino recién bañadas, y tomadas del brazo, intercambiando sonrisas.
Mientras ellas se acercaban a la recepción, en su cabeza se dibujó una nueva fantasía.
A esa hora no había mucha gente en el gimnasio, tal vez esas
dos habían aprovechado para hacer sus cosas en la ducha y de ahí la demora.
Imaginó a la joven desnuda bajo el chorro y a la otra acercándosele de frente,
de modo que sus generosas nalgas quedaban en todo su campo visual. La veía llegar
hasta la chica y comenzar a sobarle y besarle los pechos mojados, mientras ella
echaba para atrás la cabeza, mostrando su placer.
Entonces comprendió que no podía permanecer ajeno y se
incorporó a la escena. Se acercó por detrás a la mayor y apretando su sexo
contra las poderosas nalgas, la rodeó con sus dos brazos. El derecho lo dirigió
hacia arriba, agarrando uno de los pequeños y bien formados senos cuyo pezón
sintió duro como piedra, y el otro lo deslizó hacia abajo, hundiendo sus dedos
en la tupida maraña que resguardaba su entrepierna. Entonces para su sorpresa,
la joven, que le quedaba de frente, se inclinó hacia adelante y le introdujo en
la boca su lengua caliente y húmeda, mientras Marcos sentía el trasero de la
otra mujer restregarse contra su miembro erecto.
En ese momento oyó algo que lo sacó de golpe de su
fantasía. Las dos mujeres ya habían terminado en la recepción y la mayor
saludaba a otra como de su edad que acababa de entrar al gimnasio.
─¡Martha! ─oyó decir a la recién llegada─ ¡Cuánto tiempo
sin verte!
Ambas mujeres se abrazaron y ya Marcos comenzaba a imaginar nuevas y fantasiosas
ramificaciones, cuando la llamada Martha se separó de la otra y le señaló a su
joven compañera.
─Miriam, ven acá, saluda a mi amiga Julia ─se volvió
hacia ésta─. ¿Te acuerdas de mi hija, verdad?
La erección, que Marcos estaba tratando otra vez de
ocultar, desapareció al instante mientras la tal Julia miraba a la jovencita
con admiración.
─Claro, chica, pero mira que pasa el tiempo, si ya es una
mujercita…
¿Te ha gustado este relato? Pincha aquí y sigue leyendo
Habrá que ir más al gimnasio. Un besote.
ResponderEliminarNunca está de más, jajaja. un beso.
ResponderEliminarLeído. Me ha gustado. A veces la mente nos hace fantasear demasiado en la vida jejeje No exactamente así, pero a veces sí que fantaseo mucho jaja Un saludo :-)
ResponderEliminarBueno, si eres escritor estarías en problemas sin imaginación, ¿no?
ResponderEliminarSaludos!!
"Escribir es como hacer el amor. No te preocupes por el orgasmo, preocúpate del proceso". Isabel Allende
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe encanta la claridad de cada personaje. El estilo me parece estupendo. También me agrada el sorpresivo final. Un saludo especial de otro lector y escritor de temas eróticos.
ResponderEliminar