viernes, 22 de marzo de 2013

Relato erótico: MUJER TRANSPARENTE

     Cuando escuchó su voz, Julia dejó de manipular el control de la radio y se quedó en esa emisora. Tenía en el equipo un CD suyo, que ya había escuchado miles de veces, pero era mucho más emocionante cuando una canción la tomaba por sorpresa. Más si, como hoy, se trataba de una canción nueva. Ya estaba algo avanzada, pero a medida que escuchaba la letra iba sintiendo cada vez mayor emoción.
    Hablaba de una chica a la que siempre había tenido cerca y a quien prácticamente había ignorado, sin darse cuenta de que era la mujer de su vida. No mencionaba el motivo de la cercanía, pero aludía a las veces que había sentido sus manos sobre la piel, y en las que casi podía sentir el calor de su aliento en su cara, mientras seguía sin reparar en su existencia. Y el dilema en la canción era que él no sabía ahora cómo romper el hielo y acercarse a ella, aun siendo un hombre que nunca dudaba a la hora de conquistar a una mujer.
    Aún sonaban los últimos acordes de la canción, y Julia estaba casi segura de que hablaba de ella. ¿Qué otra podía haber estado tan cerca de él, como aquella que lo preparaba para cada concierto, lo maquillaba, peinaba, y cuidaba de que su ropa estuviese a punto? Y él, en efecto, no podía notarla menos. Sabía que estaba ahí, a veces hasta le comentaba algo sin importancia, pero Julia se sentía como si fuera transparente y él mirara a través de su cuerpo. O peor, como si se tratara de un mueble más del camerino. Y cuando regresaba de cantar –y casi siempre ya tenía esperando a alguna chica con la que se iría a cenar, tal vez a bailar y más tarde al hotel–, menos aún reparaba en la infeliz que le quitaba el maquillaje y le aplicaba en el rostro lociones para que luciera fresco a pesar del cansancio.
    Esa noche había concierto, y Julia se fue para el teatro con una actitud totalmente diferente. Siempre vestía con discreción, procurando pasar desapercibida, pero esta vez se puso una blusa muy escotada, de la que sus senos sobresalían, tentadores. Se dejó el pelo suelto y hasta se perfumó suavemente. Tenía que darle a entender a aquel cantante de moda para quien trabajaba desde hacía más de dos años, que ella había captado su mensaje, y dejarle el camino abierto para que la abordara.
    Le parecía un poco raro que él no se decidiera a hablarle, siendo como era tan extrovertido y estando tan acostumbrado a tomar siempre todo lo que quería sin pedirlo. Pero así eran los hombres de incomprensibles. A ella le tocaría hacerle saber que siempre lo había amado en silencio y que solo esperaba por un gesto suyo para caer rendida a sus pies.  
    Desde el principio la táctica pareció resultar. Ya cuando entró al camerino, por la cara de asombro que le dirigió, podría pensarse que la estaba viendo por primera vez. Pero no, eso no era posible. Ya tenía que haberse fijado en ella si le había hecho aquella canción. Debía ser solo el impacto por el cambio.
    Luego, mientras lo maquillaba, notó que dirigía varias miradas indiscretas a su escote. Eso le dio valor y mientras lo peinaba, se movió de modo que uno de sus senos quedara muy cerca de su mejilla. Cuando por los mismos movimientos que le exigía el peinado, hizo ademán de apartarse, él la retuvo, tomándola de la cintura y hundió el rostro entre sus pechos.
    En ese momento tocaron la puerta para avisarle que ya tenía que salir al escenario. Se incorporaron y ella terminó de arreglarlo.
    –Después del concierto, seguimos con esta charla le dijo antes de salir.
    Julia se quedó un poco decepcionada. Después de escuchar la canción, había soñado con que todo fuera mucho más romántico. Comprendía, no obstante, que esa era la única manera que él conocía de acercarse a las mujeres. La poesía se quedaba en las letras de las canciones, en la vida real siempre se comportaba como un patán. Ya lo conocía, no era ninguna sorpresa. Y en definitiva, ¿qué importaban esos detalles? Si ese patán llegaba amarla nada más una cuarta parte de lo que ella lo amaba a él, con eso se daría por satisfecha. 
    Esta vez no se conformó con quedarse escondida entre bastidores, como siempre hacía. Consiguió uno de los primeros asientos destinados al equipo y no le quitó los ojos de encima en todo el concierto. En determinado momento, él reparó en su presencia allí y le hizo un guiño de complicidad. 
    Desde ese momento, no dejó de mirar a cada rato en su dirección. Julia estaba convencida de que en su mente le dedicaba cada una de las canciones. Y cuando anunció el estreno y cantó la que ella había escuchado esa tarde en la radio, no le quitó los ojos de encima ni un segundo. Ahora sí estaba segura, ¡la canción era para ella!
    Cuando él regresó al camerino, Julia ya lo esperaba allí. Cerró la puerta con seguro y se abalanzó sobre ella. De un tirón le abrió el escote, dejando al descubierto sus pechos, que de inmediato comenzó a besar y mordisquear con ansiedad, mientras sus manos presurosas se le metían bajo la falda y aferraban sus nalgas, haciéndola pegarse a su pelvis, y sentir su erección. Julia no pudo dejar de notar que todo aquello era un poco brusco, y que le hubiera gustado una actitud algo más tierna, pero otra vez en su mente buscó el modo de justificarlo.
    El hombre ya estaba succionando con fruición uno de sus pezones, y una de sus manos bajo la falda había acanzado la zona más húmeda y comenzaba a hacer movimientos circulares. Julia dejó de pensar y se abandonó al placer. Cuando más tarde se tendieron cruzados sobre el diván del camerino y la cabeza del hombre se hundió entre sus muslos, mientras los labios de ella subían y bajaban por su miembro erecto, solo alcanzó a pensar que nunca había sido tan feliz. Y cuando por fin él la penetró, sintió como si todo el lugar de pronto se llenara de luces de colores. Era como si, de improviso, hubiera llegado la Navidad.
    Él no fue nada considerado, la tomó con fuerza y sin miramiento alguno, pero Julia lo achacó a la pasión, tanto tiempo contenida, y alcanzó a cerrar los ojos a tiempo para vibrar con el orgasmo más estremecedor que recordaba haber experimentado en su vida. El hombre llegó a su clímax momentos después y cayó desplomado sobre ella, demasiado extasiada para poder notar que no solo no había tenido un solo gesto de cariño, sino que ni siquiera la había besado en la boca.
    Al fin él se incorporó y comenzó a ponerse la ropa sin mirarla. Julia pensó que ahora le diría que se fuera con él al hotel, para cenar y terminar de pasar la noche juntos. Pero aquello no estaba para nada en sus planes.
    –Espérate para salir a que me haya ido, hay una chica esperándome en el auto –le dijo secamente.
   Julia sintió como si le echaran encima un balde agua fría, y encima de eso, la apalearan. Al ver su expresión de perplejidad, él pareció recordar algo y se llevó la mano al bolsillo. 
 Toma, para que te vayas en taxi a tu casa –le soltó, mientras le extendía un par de arrugados billetes de cien.
   Al ver que Julia se quedaba todavía más pasmada mirándolo, mientras los billetes caían al suelo, debió comprender que se le había ido la mano. Entonces, con una sonrisa insinuante, se acercó a ella y le pasó el dorso de la mano por la encendida mejilla, en un gesto que pretendía ser tierno, pero que a ella se le antojó aún más humillante.
    – Tienes mucho potencial, ¿sabías? Tenemos que repetirlo uno de estos días…
    –Pero… –apenas logró articular Julia, cuando ya él casi alcanzaba la puerta–. ¿Y la canción?
    –¿Cuál canción? –preguntó, deteniéndose, ya con cierta impaciencia en la voz.
    –La nueva, la de la mujer transparente…
   –Ah, esa… Bonita, ¿verdad? Yo diría que hasta conmovedora, ¿a que sí? Supe que sería un éxito, desde que un amigo me comentó lo que le había pasado a su abogado. Imagínate que luego de varios años de verla regularmente, el hombre de pronto descubrió ¡que estaba enamorado de su masajista!
    Y guiñándole un ojo, terminó de abrir la puerta y salió, cerrándola de nuevo tras de sí.


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domingo, 10 de marzo de 2013

Artículo: Christian Grey: Un galán no tan rosa



En este artículo ofrezco mi criterio acerca de la novela 50 sombras de Grey. Creo que es un fenómeno digno de ser analizado y por ser este un blog de Literatura Erótica que pretende, de algún modo, posicionarse dentro del género, me siento en la obligación de mencionarlo y ofrecer mi opinión al respecto. Algunos estarán de acuerdo conmigo, otros me odiarán. Exactamente lo que pasa con esta novela. ¡Espero sus comentarios!


A finales del 2012, en un artículo de prensa de esos que abundan en la época navideña, encontré una lista de los que, a juicio de ese periodista, eran los diez mayores acontecimientos culturales del año. Junto al éxito obtenido por el video clip del sencillo Gangnam Style, del cantante y rapero surcoreano Psy, estaba la novela erótica 50 sombras de Grey, de la autora británica E. L. James. Tras constatar esos miembros de la lista, no continué leyendo, por lo que no me quedó claro si había un trasfondo burlón e irónico en el artículo. De no ser así, creo que deberíamos preocuparnos sobre cuáles son los estándares culturales que están rigiendo el mundo en que vivimos. 

Es un hecho incuestionable que ambas obras han sido muy exitosas, aunque en ninguno de los dos casos se trate de grandes obras de arte. Como la música y  los video clips no son mi fuerte, y sí el erotismo, me referiré aquí a la novela, y trataré de explicar las razones por las que creo que ha tenido tan desmedido éxito. Porque nadie puede negarlo. Hay miles de fans en Twitter que incluso adoptan los nombres de los protagonistas, y repiten en incontables twitts los parlamentos de la novela como si de grandes frases literarias se tratara. 50 sombras de Grey se convirtió prácticamente en un objeto de culto.

También la novela ha generado tantos detractores como adeptos. Yo me he contado entre los primeros, y solía hablar despectivamente de ella, tras solo haber leído de pasada sus primeras páginas. “No es erotismo, es pornografía”, dicen algunos. “Eso no es literatura”, afirman otros.

Tras ver su nombre en el artículo que mencioné al principio, decidí que tenía que leerla y descubrir por mí misma las razones de que se hubiera convertido en tal fenómeno de masas.

Lo primero que debo decir es que no fue una lectura desagradable. La mayor parte del tiempo logra mantener el interés del lector, aunque por momentos se vuelve monótona, gracias a escenas demasiado largas, llenas diálogos estereotipados y plagados de lugares comunes, que no aportan demasiado a la trama. Adolece, además, de una excesiva y rimbombante adjetivación (vaya, exactamente como la que acabo de usar yo aquí), y de constantes repeticiones de frases o situaciones, por solo mencionar algunos de sus problemas. Sin duda, la calidad literaria no es uno de sus fuertes. Entonces, ¿cuál es la clave de su éxito?

¿La publicidad? Es cierto, la novela ha estado avalada por una editorial que no ha escatimado recursos para promocionarla, pero el éxito basado solo en este factor no resultaría sostenible en el tiempo. La gran mayoría de quienes la leyeran atraídos por el boom publicitario se decepcionarían y hasta se sentirían burlados, y ese no es el caso para nada. Hay miles de lectores entusiasmados después de leerla, que la recomiendan abiertamente. Las ventas no hacen sino aumentar ante los pasmados ojos de muchos escritores cuyas obras tienen con seguridad una calidad muy superior. Definitivamente, tiene que haber algo más.

¿El erotismo? Ha sido llamada erótica y también autodenominada “porno para mamás”. ¿Es erótica o pornográfica? Contrario a lo que muchos de sus detractores sostienen, sí creo que 50 sombras… es una novela erótica. Creo que aunque algo banal, tiene una trama, el tema sexual está en el centro de ella y es lo que le permite transmitir su mensaje. Y precisamente es eso lo que hace que no sea puramente pornográfica, hay algo que la autora nos quiere decir con la novela y para lo cual se vale del sexo. Su fin último no es simplemente proporcionar placer sexual, como sería el caso de la pornografía, aunque también, eventualmente, lo logre.

A mi juicio, sí es erotismo, por la función que cumple el sexo en la trama, la pregunta sería… ¿es buen erotismo? Las escenas de sexo, que contrario a lo que se podría imaginar, no son demasiado abundantes, son moderadamente explícitas, y si bien algunas están bastante logradas, desde el punto de vista erótico (confieso que alguna que otra vez logré sentir incluso unas cosquillas), la mayoría de las veces el erotismo se diluye por el abuso de comentarios estereotipados y generalmente innecesarios. Algunos ejemplos:

“—Voy a moverme, nena —me susurra un momento después en tono firme”.

“—Te lo voy a hacer en el baño, Anastasia”.

“—¡Oh, Ana! —me jadea al oído, su respiración entrecortada en perfecta sinergia con la mía—. Oh, nena, ¿alguna vez me saciaré de ti? —susurra”. 

Y qué decir de los “oh”, que proliferan a diestra y siniestra por todas las escenas, en boca de uno u otro protagonista. También el exceso de adjetivos antes mencionado colabora a desmejorarlas:

“Me vuelve loca. Sus provocadoras embestidas, deliberadamente lentas, y la intermitente sensación de plenitud son irresistibles”.

“Y sigue con su dulce y pausado suplicio, adelante y atrás”.

“Me besa… un beso largo, vehemente y apasionado, invadiéndome la boca con su lengua”.

“Se aparta y me mira; sus ojos se ven ahora oscuros y luminosos a la luz de primera hora, repletos de sensualidad cruda y arrogante”.

El saldo, para mí, no fue positivo y de hecho, una vez terminado el primer libro, no me quedaron ganas de seguir con el resto. Sí sentí cierta curiosidad por saber cómo continuaba la historia, pero en ningún caso esta fue tal que ameritara invertir más horas de mi precioso tiempo en averiguarlo.

Claro que yo no soy la mejor medida, pues el erotismo es el elemento en que me muevo habitualmente y mis estándares son diferentes a los de la mayoría de los lectores. ¿Qué opina el público? Gran parte del entusiasmo está relacionado con el contenido sexual de la novela. Muchas de las mujeres que la leen se están enfrentando al erotismo por primera vez, y se sienten transgresoras al hacerlo. No pocas se han excitado al punto de trasladar a su aburrida vida sexual algunas variaciones que han logrado refrescarla.

50 sombras de Grey salvó mi matrimonio”, escuché decir a un hombre. Su esposa, ya con un desgano sexual crónico, al leerla sintió renacer sus deseos y la vida sexual de la pareja se renovó. Y otros casos por el estilo.

Creo que el sexo forma parte de la explicación. Vivimos en un mundo donde tiene un papel predominante, prácticamente forma parte de la vida cotidiana, invadiendo cada vez más espacios, con la ayuda de Internet y los avances tecnológicos en general. Para nadie es un secreto que estamos ante un público ávido de sexo, y si se quiere llenar esa necesidad de una manera realmente significativa, hay que buscar un modo de superar la oferta que existe actualmente.

Abunda la literatura pornográfica y también la erótica, de buena y mala calidad, y si bien mucha gente la consume, no por ello llega  a los primeros lugares de los ratings literarios. ¿Qué hace que esta novela sea diferente?  

Para muchos, el sexo sigue siendo un tabú, algo detestable, que ninguna persona decente se dignaría a considerar. Un mérito indiscutible de 50 sombras… es, entonces, haberlo colocado en un nivel aceptable, consiguiendo que miles de personas lo lean sin tabúes, y sobre todo, que lo disfruten. La pregunta es entonces: ¿cómo logra algo así una novela con una trama banal, cuestionable calidad literaria y un erotismo bastante mediocre? 

¿Rosa oscuro o rojo? 

La carta de triunfo de E. L. James, a mi entender, fue haberle introducido a su historia una serie de resortes que la hicieran aceptable y hasta confortable para ese público que rechaza el modo en que habitualmente se comercializa el sexo. Es, en pocas palabras, el uso efectivo de una serie de estereotipos procedentes de la literatura llamada “rosa”, de la que fue una importante exponente la escritora de novelas románticas Corín Tellado, considerada la escritora española más leída después de Miguel de Cervantes y que figura en el Libro Guinness de los Récords-1994 (edición española), como la autora más vendida en idioma español.

Quienes la conocen (¿y quién no se ha leído al menos una de sus novelas, ya sea de la biblioteca de la abuela o de las que en cada número publica en sus páginas finales la revista femenina Vanidades?) reconocerán conmigo que Christian Grey es el típico héroe de Corín Tellado: un hombre extremadamente atractivo, inteligente, simpático, asquerosamente rico, con un exquisito gusto y para rematar, huérfano, gracias a lo cual ¡ha desarrollado una profunda conciencia social! Sí, además de todas esas virtudes, Grey es un filántropo que colabora con muchas causas, entre ellas la de enviar alimentos a los niños de África (aquí, definitivamente, Corín Tellado se quedó corta).

 Como todo héroe “rosa”, ese dechado de virtudes se fija en una muchacha bastante común y corriente, con la que la mayor parte de las mujeres podemos identificarnos, sobre todo cuando ella no se explica (ni nosotros tampoco), cómo un hombre como ese la ha elegido, pues obviamente, tiene problemas de autoestima. Y no solo la ha elegido, sino que la cubre de regalos caros y satisface cada uno de sus deseos y necesidades, casi antes de que tenga que expresarlos. (“Cielos, ¿quién no querría un hombre así en su vida?”, suspiran las lectoras en sus comentarios de Amazon). En su plan de superar a su predecesora, James matiza a su chica, que si bien es algo ingenua, y, por supuesto, virgen, no resulta demasiado tonta y en una no muy lograda imitación de la simpatiquísima Brigitte Jones (protagonista de las novelas de la también británica Helen Fielding) nos habla en primera persona, compartiendo de forma desenfadada con el lector sus dudas y reflexiones más íntimas.

Hasta aquí todo bien. Corín Tellado en ese punto complicaba las cosas, colocándole al héroe virtuoso un defecto, que en su caso era ser mujeriego, estar casado, o tener algún impedimento para consumar la unión, como una madre enferma o un pasado poco recomendable. Como estos inconvenientes ya en la actualidad están obsoletos o no resultan interesantes, la autora británica se saca de la manga otro matiz diferente y hasta original: una adicción sexual. No una tan detestable como sería la pederastia o el sexo con animales, ni tan banal y degradante como el vouyerismo o la masturbación. El tipo es un sádico y necesita la sumisión de su pareja para excitarse y disfrutar del sexo.

La tal desviación sexual es tratada en la novela casi como si se tratara de una enfermedad crónica, algo que quien la padece no puede evitar, y entre tantas virtudes, estamos casi dispuestos a perdonársela. Grey asiste a terapia, por cierto, pero la solución que ha encontrado no es curarse, sino garantizarse la práctica de su adicción en un ambiente controlado y con mujeres que lo acepten. Como en cualquier novela de Corín Tellado, por amor a la protagonista, él es capaz de hacer algunas concesiones a sus prácticas habituales, pero su amor no llega al punto de sacrificar la esencia de su adicción.

La disyuntiva para la chica es: ¿será ella capaz de aceptarlo con su enfermedad crónica? ¿Será su amor por él tan poderoso? ¿O (y es inevitable que los lectores se pregunten esto también, pues era la solución por excelencia de Corín Tellado) finalmente sí logrará qué él se doblegue y por amor a ella se cure de su adicción?

He ahí el dilema de la novela. Todos los ingredientes están perfectamente dosificados para que le resulte atractiva a una buena parte del público. Chicas jóvenes para quienes las novelas rosa de Corín Tellado resultaban hoy demasiado sosas, consumen esta con voracidad; mujeres maduras que en su juventud las leyeron, ahora disfrutan con asombro de esta variedad más subida de tono, que les permite una vez más evadirse de la monotonía de sus vidas. Jóvenes que ven en Christian Grey el modelo de seducción y éxito en la vida, que les gustaría poder imitar. Y así sucesivamente. 

Nada de vampiros 

La autora incluso se toma la licencia de terminar la primera novela con un final abierto (y no precisamente feliz) algo que nunca hizo Corín Tellado, para darse la posibilidad de continuar la historia, siguiendo una moda muy actual: las sagas literarias. En este sentido, le aplaudo otra originalidad: al menos el defecto de Grey no es que se convierte en vampiro bajo el influjo de la luna llena y busca arrastrar a su amada a su oscuro mundo. Su problema es, digamos, más “humano”.

Con todo lo anterior, me atrevería a aventurar que esta novela prácticamente ha acuñado un nuevo género literario. En un gran acierto publicitario, se autodenomina “porno para mamás”. Yo la llamaría “novela rosa erótica”. Al final es lo mismo, usa lo positivo de aquella, lo que la hace comercial y aclamada por las masas, pero matizándola con algo tan actual como el sexo, lo que da como resultado una mezcla altamente apetecible para muchos.

Algunos dicen con ligereza: “no es literatura”, y eso es discutible: es un tipo de literatura, como las películas porno son también un género dentro cine. ¿Hay géneros buenos y géneros malos? Creo que dentro de todos ellos hay buenas y malas obras. ¿Son malas las novelas de Corín Tellado?

¿Literatura? Sí. ¿Buena literatura? Definitivamente, no. ¿Comercialmente efectiva? Sin duda alguna. ¿Digna de ser leída? Depende del gusto del lector y de lo que busque con la lectura. ¿Digna de ser imitada? Depende del objetivo del escritor. Si es meramente vender y estar en la boca de todos, adelante. Si es crear algo perdurable y quedar con dignidad en los anales de la literatura, entonces le recomiendo concentrarse en su obra y no prestar atención a cantos de sirenas.

martes, 5 de marzo de 2013

BISEXUAL, erotismo y reflexión

¿Quieres saber más sobre mi novela Bisexual? Lee su sinopsis, algunas reseñas y decide si te gustaría leerla. 

Sinopsis

Tras descubrir a su esposo teniendo sexo con un hombre, y después de divorciarse, Elena desarrolla una peculiar e incontrolable adicción al sexo. Al notar determinados detalles del cuerpo masculino, en su mente se instalan fantasías que no la dejan en paz hasta que no logra realizarlas.   

Recién mudada a un nuevo edificio, se tropieza en el pasillo con un joven que le despierta una fantasía bastante inusual. Habituada a tomar la iniciativa en esos casos, propicia un acercamiento y ese mismo día tiene sexo con él, creyendo que, como siempre, con una vez bastará para calmar momentáneamente a la adicción. 

Pero en esta ocasión es diferente. El hombre es misterioso y ella se obsesiona con descubrir el secreto que esconde. Cuando lo hace, ya es tarde para echar atrás. Ese descubrimiento la devuelve a un pasado que está deseando olvidar, y la lleva a cuestionarse todo lo que hasta ese momento ha tenido por cierto.


¿Qué puede esperar el lector de Bisexual?
 
Junto con la protagonista de esta novela, el lector vivirá situaciones sexuales límite, donde erotismo se enlazará con reflexiones y cuestionamientos íntimos, que la llevarán a tomar decisiones extremas. Desde el inicio al fin será una montaña rusa de emociones y excitación, de la que no querrá bajarse hasta conocer el desenlace. 


Algunas escenas de esta novela podrán hacerlo sentir incómodo, por su violencia o lo explícito del sexo, y aun cuando sea alguien de mente abierta, sus conclusiones resultarán sorprendentes y lo harán reflexionar.


¿Quieres saber más sobre esta novela? 

Lee algunas reseñas de escritores que la han leído y de otros lectores en general: 

Francis Molerhon: "Bisexual es una novela de obsesiones. Todos sus personajes, estupendamente delineados por la autora, tienen su propia fijación mental, su propia neurosis y su propio síndrome de abstinencia, y la combinación que nos presentan es definitivamente explosiva". Lee más aquí

Miriam Meza: "El realismo de las situaciones te ayuda a conectar aún más con la historia, mostrándote que no son cosas tan descabelladas y que le pueden suceder a cualquiera". Lee más aquí

Marlene Moleón: "Vivian Stusser tiene una gran habilidad narrativa para el desarrollo de escenas eróticas, con pelos y señales, explícito, explícito...". Lee más aquí

"Una historia donde la seducción, la pasión, el engaño y los celos, son protagonistas". Lee más aquí:

"Las escenas eróticas están escritas con clase, sensibilidad y sobre todo, mucha elegancia, sin resultar en ningún momento vulgares, ni su lenguaje es soez, ..." Lee más aquí

"Sus personajes no son simples siluetas que vagan por la historia, van mucho más allá, calando hasta los huesos". Lee más aquí

"Esta novela es un laberinto erótico que reta las convicciones de cualquiera". Lee más aquí

"Si te consideras open mind, te sorprendera igual". Lee más aquí


¿Te gustaría leerla? Entonces descárgala aquí


Si aún no te decides, lee algunas escenas. Empieza por aquí 

viernes, 15 de febrero de 2013

Relato erótico: LIGANDO EN LA RED SOCIAL

¿Has usado alguna vez las redes sociales para ligar? Entérate de aquí de lo que puede suceder. 

Con una sonrisa satisfecha, Luis cerró la sesión de Facebook y se levantó del escritorio.  Una vez más, lo había conseguido. Se estaba convirtiendo en un experto. Era increíble como Facebook le había cambiado la vida y sobre todo la sexual, que desde el surgimiento de la red social había experimentado un giro de 180 grados. 

Siempre había tenido dificultades para relacionarse con el sexo opuesto. Las mujeres lo intimidaban de un modo que incidía directamente en su desempeño erótico. Para que un encuentro sexual le funcionara tenía que ser con un tipo específico de mujer, una que le permitiera tener el control total de la situación. Y eso nunca le había resultado fácil de conseguir. 

Con la llegada de Facebook, ante él se había abierto un mundo de infinitas posibilidades. Las mujeres que necesitaba estaban todas allí, solo tenía que saber buscarlas. Exploraba las listas de amigos de los amigos de sus amigos, y luego las de los amigos de estos, y así, en infinitas cadenas, para garantizar el anonimato. Las escogía inicialmente por la foto. Tenían que ser bonitas, pero no demasiado llamativas, y que se vieran más bien tímidas o recatadas. Nada de vampiresas ni mujeres fatales, esas lo ponían nervioso. Y por supuesto, que no aparecieran con un novio en la foto del perfil. Más importante aún, que no tuvieran amigos en común entre ellas.

Se inventaba una cuenta con un nombre falso, aunque no le quedaba más remedio que poner su propia foto, pues si todo iba bien, ellas terminarían por verlo personalmente. Tampoco era un problema, pues era bastante bien parecido. Por si acaso, usaba siempre una diferente. A las elegidas, les enviaba primero una solicitud de amistad sin mayores comentarios. A veces sucedía que una lo aceptaba solo por la foto. En caso contrario, enviaba un mensaje tipo, el mismo a todas: “Hola, (nombre). Me he tropezado contigo varias veces, pero mi timidez me ha impedido abordarte. Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida y quisiera poder conocerte mejor. Te pido que me des una oportunidad y me aceptes en tu lista de amigos”. 

Después de ese mensaje, muy pocas se negaban. Incluso aquellas que no acostumbraban a aceptar a desconocidos eran presa de la curiosidad. ¿De dónde había salido aquel hombre? Terminaban aceptándolo, en todo caso si se ponía pesado, siempre podrían rechazarlo más adelante. Una vez en la lista de amigos de la chica, Marcos ya podía explorar a gusto su perfil y conocer sus aficiones. 

Obviamente, a esa altura, junto con la aceptación, la mayoría ya le había devuelto el mensaje, preguntándole en qué lugar era que se habían visto y entonces él buscaba su profesión o algún dato que le fuera útil y de ahí sacaba la respuesta. Si la chica era abogada, él también lo era y la había visto en los tribunales. Si era médico, él era un paciente del consultorio cercano. Si veía que ella era asidua al teatro, el lugar había sido un estreno, si le gustaba la música, un concierto. 

Tomaba nota de sus aficiones, que por supuesto, siempre eran “casualmente” las mismas de él. Las chicas pronto comenzaban sospechar que habían encontrado a su alma gemela. Algunas le proponían enseguida conocerlo, pero él les daba largas. Seguía intercambiando mensajes, dejándoles caer insinuaciones sexuales, para ver cómo reaccionaban. Esperaba a que estuvieran ya desesperadas, para que fuera más fácil lograr su objetivo: llevarlas a la cama una vez, si acaso dos, y luego desaparecer de sus vidas. Borraba esa cuenta y abría otra para la siguiente víctima. Se sentía omnipotente.

Ahora mismo acababa de tener un éxito inesperado. Una chica a la que estaba trabajando desde hacía poco tiempo acababa de mandarle un mensaje prometedor. Quería verlo en su casa esa tarde, aprovechando que sus padres habían salido de viaje. Sonaba totalmente cándido y eso fue lo que más le gustó. Solía resistirse más tiempo y las primeras citas eran siempre en lugares públicos. Pero esta parecía con posibilidades de ir más lejos desde la primera vez, así que decidió aceptar. 

Tocó la puerta de la muchacha con unos minutos de retraso. Siempre llegaba un poco tarde a las citas, lo suficiente para ponerlas nerviosas, pero no tanto como para resultar descortés. Al abrirse, la chica estaba en el umbral, con una enorme sonrisa de bienvenida y la cantidad de ropa exacta para que nada quedara oculto, sin que resultara indecoroso si la veían desde la calle. Se veía mucho más voluptuosa de lo que aparentaba en las fotos de Facebook. Luis sintió un fuerte ramalazo de excitación, mezclado con una sensación de desasosiego. Siempre se controlaba muy bien y eso le permitía llevar la situación a su terreno. Tener que entrar a la casa ya con el temor de que ella notara su erección a través del pantalón, lo sacó de paso. 

Sandra, que así se llamaba la muchacha, le ofreció un trago y lo invitó a sentarse en el sofá. La sala estaba en semipenumbra y sonaba una agradable y sensual música de fondo. Ella lo invitó a sentarse y le ofreció un trago. Él aceptó, ya bastante mosqueado. El alcohol, cuando era introducido por él en la ecuación, podía ser un arma efectiva, pero en este caso no sabía que podría resultar. 

La chica trajo unas copas y una botella de vino. Él, tratando de tomar el control se dispuso a abrirla, pero ella declinó y mientras lo hacía, se inclinó lo suficiente como para ofrecerle una vista panorámica de sus generosos senos, que amenazaban desbordar el amplio escote de su camisa. Sirvió las copas y le sonrió, incitante, mientras las entrechocaban. Bebió un trago y se pasó la lengua por los labios, mientras lo miraba con picardía. 

A esa altura, Luis estaba totalmente excitado y fuera de sí. ¿Cómo había podido confundirse así con esa mujer? En las fotos parecía tan apocada, que él había previsto que, luego del avance que significó haberlo citado allí, ahora la encontraría poco menos que avergonzada, lo que le permitiría desplegar todas sus artes persuasivas. Pero ante una actitud tan desinhibida, no sabía cómo reaccionar.

Sandra colocó la copa en la mesita de centro y se movió en el sofá hasta estar más cerca de él, de modo que sus rodillas se tocaran, y comenzó a desabotonar lenta y sinuosamente su escotada blusa. Luis empezó a sudar frío, mientras que su erección seguía forzando la dura tela del blue jean, casi hasta hacerle daño. Ella se deshizo de la blusa y los abultados senos, contenidos por un mínimo sostén de encaje rojo que a duras penas lograba ocultar los pezones, se proyectaron hacia él, como apuntándolo. Se irguió, y sin dejar de mirarlo fijamente, deslizó la minifalda por las piernas y dejó al descubierto la mínima pantaleta, a juego con el sostén. Al medio voltearse para colocar la ropa en una butaca, Luis pudo entrever las redondas y prominentes nalgas, entre las que se perdía la delgada tira del hilo dental. 

La chica se volvió hacia él y con voz insinuante, le dijo: 

-Bueno, Rafael, hasta ahora todo lo que he conocido de ti me ha convencido de que somos almas gemelas. Solo me queda algo por averiguar para poder concluir que eres el hombre de mi vida –se llevó las manos a la espalda y desabrochó el sostén. Los pezones, grandes y oscuros, parecieron mirarlo, inquisitivos–. Ven aquí –le pidió extendiendo sus brazos hacia él, que avanzó como un autómata, la abultada entrepierna ya completamente expuesta.

Cuando estuvo cerca, ella de un tirón le abrió la camisa, haciendo saltar todos los botones y se la sacó por los brazos. Marcos sintió frío y casi comenzó a temblar. La muchacha llevó sus manos al cierre del pantalón y lo abrió. Su miembro, de considerable tamaño, apenas podía ser contenido por el calzoncillo y ella con un mínimo tirón lo puso al descubierto. Lo miró con expresión golosa y volvió a relamerse. Picándole un ojo, se deslizó de rodillas al suelo y lo atrapó con la boca. Marcos sintió sus labios recorrerlo con destreza y el poco control que aún le quedaba se fue a pique ante la andanada de placer que le estremeció todo el cuerpo y que le hizo vaciarse dentro de su boca apenas 10 segundos después de que ella comenzara la felación. 

Sandra se apartó, se puso de pie y lo miró como si viera un insecto.

-Entonces, ¿esto era todo? –Luis estaba buscando qué responder, cuando escuchó algo que lo puso a temblar–. Salgan, chicas, ya se acabó todo. 

Cinco muchachas salieron de detrás de una cortina y los rodearon. Luis no lo podía creer. Allí estaban varias de sus anteriores “conquistas”. Fue tal el pasmo que se reflejó en su rostro, que Sandra se echó a reír y algunas la secundaron.

-Díganme, ¿este es el Superman que se aprovechó de ustedes y luego se les perdió?

Todas asintieron, mirándolo con cara de desprecio. Sandra entonces se volvió hacia él.

-Te preguntarás cómo te descubrí. Pues muy fácil, creías tener todo muy controlado, pero  algo te falló. Un día, después de haberte aceptado como amigo, me salió en “Gente que quizás conozcas” una chica a la que conocía del bachillerato. Busqué sus amigos para ver si había alguien más conocido y cuál no sería mi sorpresa cuando te veo allí, era otra foto, con otro nombre, pero sin duda eras tú. El resto fue fácil. Contacté con ella y le pregunté de donde te conocía, y lo que me contó era lo mismo que me estaba pasando contigo. Entonces me pregunté cuántas chicas más habría en ese caso y les mandé un mensaje  a todas mis amigas, pidiéndoles que se lo replicaran  a las suyas y que la cadena continuara. Solo aparecía tu foto y este texto: “Si conoces a este hombre, por favor, comunícate conmigo, es muy importante”. Unos días después ellas aparecieron y todas repitieron la misma historia de conquista y posterior abandono. A mi amiga del bachillerato aún no la habías abandonado, debe haberte gustado más como para repetir y por eso seguías en su lista, pero te pusiste goloso, ¿no? Te había ido bien una a una, pero querías más emoción. Pues se acabaron tus quince minutos de gloria. Es mejor que abandones definitivamente esta práctica, porque voy a tenerte vigilado y como me entere que has vuelto a hacerlo, circularé una imagen por toda la red y no tendrás dónde esconderte que no te alcance la vergüenza. 

–¿Qué imagen? –balbuceó Luis.

En ese momento sonó un clic y un flash iluminó a Luis tal como se encontraba en ese momento: de pie, con los pantalones por las rodillas y el portentoso miembro convertido en apenas un gusanito asustado entre sus piernas.


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lunes, 7 de enero de 2013

Mis escenas eróticas favoritas. RAYUELA: La maestría de lo universal

Como una de las vertientes de este blog, me he propuesto mostrarles escenas eróticas de algunos autores, que para mí han sido hitos dentro del género, y que de algún modo me han inspirado.

Esta escena de Rayuela, de Julio Cortázar, a mí me impactó desde que la leí por primera vez. Su erotismo es moderado y más bien indirecto, pero no por ello deja de ser reveladora. Nos retrata una situación que todos hemos vivido muchas veces en el sexo, con esa maestría que hace que las grandes obras literarias sean universales. ¡Qué la disfruten!



“Toda esa tarde él asistió otra vez, una vez más, una de tantas veces más, testigo irónico y conmovido de su propio cuerpo, a las sorpresas, los encantos y las decepciones de la ceremonia. Habituado sin saberlo a los ritmos de la Maga, de pronto un nuevo mar, un diferente oleaje lo arrancaba a los automatismos, lo confrontaba, parecía denunciar oscuramente su soledad enredada de simulacros. Encanto y desencanto de pasar de una boca a otra, de buscar con los ojos cerrados un cuello donde la mano ha dormido recogida, y sentir que la curva es diferente, una base más espesa, no un tendón que se crispa brevemente con el esfuerzo de incorporarse para besar o morder. Cada momento de su cuerpo frente a un desencuentro delicioso, tener que alargarse un poco más, o bajar la cabeza para encontrar la boca que antes estaba ahí tan cerca, acariciar una cadera más ceñida, incitar a una réplica y no encontrarla, insistir, distraído, hasta darse cuenta de que todo hay que inventarlo otra vez, que el código no ha sido estatuido, que las claves y las cifras van a nacer de nuevo, serán diferentes, responderán a otra cosa. El peso, el olor, el tono de una risa o de una súplica, los tiempos y las precipitaciones, nada coincide siendo igual, todo nace de nuevo siendo inmortal, el amor juega a inventarse, huye de sí mismo para volver en su espiral sobrecogedora, los senos cantan de otro modo, la boca besa más profundamente o como de lejos, y en un momento donde antes había como cólera y angustia es ahora el juego puro, el retozo increíble, o al revés, a la hora en que antes se caía en el sueño, el balbuceo de dulces cosas tontas, ahora hay una tensión, algo incomunicado pero presente que exige incorporarse, algo como una rabia insaciable. Sólo el placer en su aletazo último es el mismo; antes y después el mundo se ha hecho pedazos y hay que nombrarlo de nuevo, dedo por dedo, labio por labio, sombra por sombra”.


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jueves, 20 de diciembre de 2012

Cuento erótico: PASE A LA SIGUIENTE CAJA



No tenía por costumbre mirar hacia la cola. Menos aún cuando sabía que tendría que irse y que por esa razón aquellas personas deberían esperar por más tiempo. Se sentía culpable al ver sus caras de fastidio cuando ella colocaba contra el vidrio de la ventanilla el cartel que indicaba que esa caja dejaría de funcionar.

No tenía idea de qué la había hecho mirar justo ese día. Recibió la llamada mientras atendía a un mensajero de esos que hacen un montón de ingresoss y ya la ansiedad se la estaba devorando. Cuando terminó con el hombre y tomó en sus manos la tablilla, un inusual impulso la hizo alzar la vista. Y allí estaba Diego. Era el primero de la larga fila de gente que esperaba su turno.

Probablemente había dejado pasar a varias personas, calculando hasta que le tocara su caja. Pero a Mónica el gerente la había mandado a llamar y ella tenía que irse. Sus muslos estaban mojados desde que escuchara por el teléfono interno la voz de la secretaria, avisándole que él la requería de inmediato.

Siempre que recibía el llamado, tenía que hacer un gran esfuerzo para que el cliente de turno no se percatara de su repentina turbación y también para que los billetes no se escurrieran de sus manos vacilantes. Terminaba la transacción en curso y colocaba el aviso de "caja cerrada". Y casi corría a su encuentro.

Cuando entraba, ya el hombre la estaba esperando junto a la puerta. Pasaba el seguro y la arrimaba a la pared. Ella se colgaba de su cuello, colocaba sus piernas alrededor de sus caderas y cerraba los ojos, mientras él la penetraba con fuerza y sin preámbulo alguno. Nada de besos ni caricias, nunca una palabra ni un gesto de afecto. Pero el goce que le hacía experimentar no era de este mundo.

Todo había comenzado un par de años atrás. El gerente estaba recién llegado y todas sus compañeras comentaban que era guapísimo. La primera vez que Mónica lo vio, tuvo que reconocer que en verdad era muy atractivo, pero en su caso la cosa fue más allá. Cuando sus miradas se encontraron, de inmediato sintió que un extraño pase de corriente se establecía entre ellos y luego una inexplicable inquietud apenas la dejó pegar un ojo esa noche.

Al día siguiente el hombre la mandó a llamar a su despacho. Cuando entró, no lo vio en su escritorio y de inmediato sintió una presencia a su espalda. Ni siquiera le pasó por la mente oponer resistencia cuando unas manos que sabían muy bien lo que hacían desabrocharon su pantalón y lo dejaron rodar por sus muslos que, inexplicablemente, ya comenzaban a humedecerse. La colocó contra la pared y sin contemplación alguna, la penetró desde atrás.

No la besó, ni siquiera en el cuello, a pesar de que podía sentir su aliento tibio en la piel, y sus manos solo la tocaron en el sitio donde aferraron sus caderas para facilitar la penetración. Pero a medida que el hombre se movía en su interior, el placer comenzó a apoderarse de Mónica en oleadas cada vez más fuertes y para cuando lo escuchó jadear cerca de su oído, había alcanzado niveles tan altos que casi creyó perder el sentido.  

Cuando todo acabó, él se apartó, se acomodó la ropa y sin una palabra, se fue a su escritorio. Mónica, aun con las piernas temblorosas por la magnitud del orgasmo, tuvo que reponerse y salir como si nada hubiera pasado.

Después de esa primera vez, la cosa comenzó a repetirse unas dos veces a la semana, aunque siempre variaban los días y las horas, lo que lo hacía bastante impredecible, y por ello, más emocionante. Mónica aprendió a estar preparada. Comenzó a ir a trabajar con falda y cuando recibía el aviso, pasaba por el aseo y se quitaba la ropa interior. Estaba lista.

Nunca supo si sucedía con alguien más de la agencia y tampoco intentó descubrirlo. No amaba a aquel hombre. Jamás se habían visto fuera del banco ni lo echaba de menos en sus vacaciones. Pero él sólo tenía que llamarla y ella acudía sin pensarlo. Hoy era la primera vez que vacilaba. Se preguntó qué sucedería en caso de no ir. Era su último día de trabajo antes de las vacaciones de Navidad y pasaría un par de semanas hasta que nuevamente tuviera oportunidad de estar con él. ¿Y si se molestaba y no la buscaba más?

Eso la preocupaba y no solo por dejar de sentir aquel placer delirante. Aunque no era su motivación esencial, sabía que mientras las cosas siguieran así, su empleo estaba garantizado y también su evolución laboral, aun en aquel ambiente tan competitivo. Había comenzado como operadora telefónica y ya era cajera. Pronto ascendería a promotora de negocios. Y todo eso, a cambio de pasársela tan bien. No, no valía la pena arriesgarse.

El único problema era Diego. Lo amaba y le dolía que aquella relación casi perfecta tuviera que verse empañada por su traición. Él era el hombre de su vida, el que había elegido para ser el padre de sus hijos. Solo faltaba que le pidiera matrimonio. Pero no se decidía. Solía alegar que todavía no estaba listo, que aún tenían que disfrutar más antes de asumir un compromiso tan serio y otros pretextos por el estilo. Ella trataba de no usar esa insatisfacción para aminorar su culpa, pero en cierta forma aquello la compensaba. Así que se tragaba sus remordimientos y seguía con su secreto a cuestas.

¿Qué habría venido a hacer Diego a su banco? Rara vez lo hacía, ni siquiera tenía cuenta allí. Se fijó y le pareció distinguir un cheque en su mano. Seguramente tenía prisa por cobrarlo y aprovechó para saludarla. ¡Qué mala suerte que apareciera justo en ese momento! Porque una cosa era engañarlo a sus espaldas y otra lanzarle en la cara el cartel de caja cerrada e irse a fornicar con su jefe en sus mismas narices. Aunque él no tenía por qué enterarse. En definitiva, ella estaba en su trabajo y bien podía tener una reunión urgente. Pero igual se sentía terrible por hacerlo.

Le quedaban apenas unos segundos para decidirse. A pesar del nerviosismo, no pudo dejar de evocar lo que la esperaba allá adentro, y algo que no era su cerebro terminó de tomar la decisión por ella. ¡Qué diablos! No iba a perderse algo tan bueno nada más por intercambiar unas sonrisas con su novio, mientras contaba su dinero y se lo entregaba. Igual no confesaría haberlo visto y pronto otro cajero lo atendería y se marcharía.

No lo pensó más. Colocó la tablilla contra el vidrio y sin mirar atrás, se esfumó en dirección al baño.

Diego alzó la vista de la revista que leía y notó que la caja de Mónica estaba vacía. “Ni siquiera me vio”, se dijo, encogiéndose de hombros. “Debe ser que aún no es el momento. Tal vez para San Valentín”. Aunque el cajero de al lado estaba llamando al “siguiente”, dio media vuelta y caminó hacia la salida.

Antes de arrugarlo y lanzarlo en una papelera, contempló por última vez el cheque con que había planeado sorprender a su novia esa Navidad. En lugar de su nombre y los números habituales, una frase lo atravesaba de lado a lado: “¿Quieres casarte conmigo?”.


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