viernes, 15 de febrero de 2013

Relato erótico: LIGANDO EN LA RED SOCIAL

¿Has usado alguna vez las redes sociales para ligar? Entérate de aquí de lo que puede suceder. 

Con una sonrisa satisfecha, Luis cerró la sesión de Facebook y se levantó del escritorio.  Una vez más, lo había conseguido. Se estaba convirtiendo en un experto. Era increíble como Facebook le había cambiado la vida y sobre todo la sexual, que desde el surgimiento de la red social había experimentado un giro de 180 grados. 

Siempre había tenido dificultades para relacionarse con el sexo opuesto. Las mujeres lo intimidaban de un modo que incidía directamente en su desempeño erótico. Para que un encuentro sexual le funcionara tenía que ser con un tipo específico de mujer, una que le permitiera tener el control total de la situación. Y eso nunca le había resultado fácil de conseguir. 

Con la llegada de Facebook, ante él se había abierto un mundo de infinitas posibilidades. Las mujeres que necesitaba estaban todas allí, solo tenía que saber buscarlas. Exploraba las listas de amigos de los amigos de sus amigos, y luego las de los amigos de estos, y así, en infinitas cadenas, para garantizar el anonimato. Las escogía inicialmente por la foto. Tenían que ser bonitas, pero no demasiado llamativas, y que se vieran más bien tímidas o recatadas. Nada de vampiresas ni mujeres fatales, esas lo ponían nervioso. Y por supuesto, que no aparecieran con un novio en la foto del perfil. Más importante aún, que no tuvieran amigos en común entre ellas.

Se inventaba una cuenta con un nombre falso, aunque no le quedaba más remedio que poner su propia foto, pues si todo iba bien, ellas terminarían por verlo personalmente. Tampoco era un problema, pues era bastante bien parecido. Por si acaso, usaba siempre una diferente. A las elegidas, les enviaba primero una solicitud de amistad sin mayores comentarios. A veces sucedía que una lo aceptaba solo por la foto. En caso contrario, enviaba un mensaje tipo, el mismo a todas: “Hola, (nombre). Me he tropezado contigo varias veces, pero mi timidez me ha impedido abordarte. Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida y quisiera poder conocerte mejor. Te pido que me des una oportunidad y me aceptes en tu lista de amigos”. 

Después de ese mensaje, muy pocas se negaban. Incluso aquellas que no acostumbraban a aceptar a desconocidos eran presa de la curiosidad. ¿De dónde había salido aquel hombre? Terminaban aceptándolo, en todo caso si se ponía pesado, siempre podrían rechazarlo más adelante. Una vez en la lista de amigos de la chica, Marcos ya podía explorar a gusto su perfil y conocer sus aficiones. 

Obviamente, a esa altura, junto con la aceptación, la mayoría ya le había devuelto el mensaje, preguntándole en qué lugar era que se habían visto y entonces él buscaba su profesión o algún dato que le fuera útil y de ahí sacaba la respuesta. Si la chica era abogada, él también lo era y la había visto en los tribunales. Si era médico, él era un paciente del consultorio cercano. Si veía que ella era asidua al teatro, el lugar había sido un estreno, si le gustaba la música, un concierto. 

Tomaba nota de sus aficiones, que por supuesto, siempre eran “casualmente” las mismas de él. Las chicas pronto comenzaban sospechar que habían encontrado a su alma gemela. Algunas le proponían enseguida conocerlo, pero él les daba largas. Seguía intercambiando mensajes, dejándoles caer insinuaciones sexuales, para ver cómo reaccionaban. Esperaba a que estuvieran ya desesperadas, para que fuera más fácil lograr su objetivo: llevarlas a la cama una vez, si acaso dos, y luego desaparecer de sus vidas. Borraba esa cuenta y abría otra para la siguiente víctima. Se sentía omnipotente.

Ahora mismo acababa de tener un éxito inesperado. Una chica a la que estaba trabajando desde hacía poco tiempo acababa de mandarle un mensaje prometedor. Quería verlo en su casa esa tarde, aprovechando que sus padres habían salido de viaje. Sonaba totalmente cándido y eso fue lo que más le gustó. Solía resistirse más tiempo y las primeras citas eran siempre en lugares públicos. Pero esta parecía con posibilidades de ir más lejos desde la primera vez, así que decidió aceptar. 

Tocó la puerta de la muchacha con unos minutos de retraso. Siempre llegaba un poco tarde a las citas, lo suficiente para ponerlas nerviosas, pero no tanto como para resultar descortés. Al abrirse, la chica estaba en el umbral, con una enorme sonrisa de bienvenida y la cantidad de ropa exacta para que nada quedara oculto, sin que resultara indecoroso si la veían desde la calle. Se veía mucho más voluptuosa de lo que aparentaba en las fotos de Facebook. Luis sintió un fuerte ramalazo de excitación, mezclado con una sensación de desasosiego. Siempre se controlaba muy bien y eso le permitía llevar la situación a su terreno. Tener que entrar a la casa ya con el temor de que ella notara su erección a través del pantalón, lo sacó de paso. 

Sandra, que así se llamaba la muchacha, le ofreció un trago y lo invitó a sentarse en el sofá. La sala estaba en semipenumbra y sonaba una agradable y sensual música de fondo. Ella lo invitó a sentarse y le ofreció un trago. Él aceptó, ya bastante mosqueado. El alcohol, cuando era introducido por él en la ecuación, podía ser un arma efectiva, pero en este caso no sabía que podría resultar. 

La chica trajo unas copas y una botella de vino. Él, tratando de tomar el control se dispuso a abrirla, pero ella declinó y mientras lo hacía, se inclinó lo suficiente como para ofrecerle una vista panorámica de sus generosos senos, que amenazaban desbordar el amplio escote de su camisa. Sirvió las copas y le sonrió, incitante, mientras las entrechocaban. Bebió un trago y se pasó la lengua por los labios, mientras lo miraba con picardía. 

A esa altura, Luis estaba totalmente excitado y fuera de sí. ¿Cómo había podido confundirse así con esa mujer? En las fotos parecía tan apocada, que él había previsto que, luego del avance que significó haberlo citado allí, ahora la encontraría poco menos que avergonzada, lo que le permitiría desplegar todas sus artes persuasivas. Pero ante una actitud tan desinhibida, no sabía cómo reaccionar.

Sandra colocó la copa en la mesita de centro y se movió en el sofá hasta estar más cerca de él, de modo que sus rodillas se tocaran, y comenzó a desabotonar lenta y sinuosamente su escotada blusa. Luis empezó a sudar frío, mientras que su erección seguía forzando la dura tela del blue jean, casi hasta hacerle daño. Ella se deshizo de la blusa y los abultados senos, contenidos por un mínimo sostén de encaje rojo que a duras penas lograba ocultar los pezones, se proyectaron hacia él, como apuntándolo. Se irguió, y sin dejar de mirarlo fijamente, deslizó la minifalda por las piernas y dejó al descubierto la mínima pantaleta, a juego con el sostén. Al medio voltearse para colocar la ropa en una butaca, Luis pudo entrever las redondas y prominentes nalgas, entre las que se perdía la delgada tira del hilo dental. 

La chica se volvió hacia él y con voz insinuante, le dijo: 

-Bueno, Rafael, hasta ahora todo lo que he conocido de ti me ha convencido de que somos almas gemelas. Solo me queda algo por averiguar para poder concluir que eres el hombre de mi vida –se llevó las manos a la espalda y desabrochó el sostén. Los pezones, grandes y oscuros, parecieron mirarlo, inquisitivos–. Ven aquí –le pidió extendiendo sus brazos hacia él, que avanzó como un autómata, la abultada entrepierna ya completamente expuesta.

Cuando estuvo cerca, ella de un tirón le abrió la camisa, haciendo saltar todos los botones y se la sacó por los brazos. Marcos sintió frío y casi comenzó a temblar. La muchacha llevó sus manos al cierre del pantalón y lo abrió. Su miembro, de considerable tamaño, apenas podía ser contenido por el calzoncillo y ella con un mínimo tirón lo puso al descubierto. Lo miró con expresión golosa y volvió a relamerse. Picándole un ojo, se deslizó de rodillas al suelo y lo atrapó con la boca. Marcos sintió sus labios recorrerlo con destreza y el poco control que aún le quedaba se fue a pique ante la andanada de placer que le estremeció todo el cuerpo y que le hizo vaciarse dentro de su boca apenas 10 segundos después de que ella comenzara la felación. 

Sandra se apartó, se puso de pie y lo miró como si viera un insecto.

-Entonces, ¿esto era todo? –Luis estaba buscando qué responder, cuando escuchó algo que lo puso a temblar–. Salgan, chicas, ya se acabó todo. 

Cinco muchachas salieron de detrás de una cortina y los rodearon. Luis no lo podía creer. Allí estaban varias de sus anteriores “conquistas”. Fue tal el pasmo que se reflejó en su rostro, que Sandra se echó a reír y algunas la secundaron.

-Díganme, ¿este es el Superman que se aprovechó de ustedes y luego se les perdió?

Todas asintieron, mirándolo con cara de desprecio. Sandra entonces se volvió hacia él.

-Te preguntarás cómo te descubrí. Pues muy fácil, creías tener todo muy controlado, pero  algo te falló. Un día, después de haberte aceptado como amigo, me salió en “Gente que quizás conozcas” una chica a la que conocía del bachillerato. Busqué sus amigos para ver si había alguien más conocido y cuál no sería mi sorpresa cuando te veo allí, era otra foto, con otro nombre, pero sin duda eras tú. El resto fue fácil. Contacté con ella y le pregunté de donde te conocía, y lo que me contó era lo mismo que me estaba pasando contigo. Entonces me pregunté cuántas chicas más habría en ese caso y les mandé un mensaje  a todas mis amigas, pidiéndoles que se lo replicaran  a las suyas y que la cadena continuara. Solo aparecía tu foto y este texto: “Si conoces a este hombre, por favor, comunícate conmigo, es muy importante”. Unos días después ellas aparecieron y todas repitieron la misma historia de conquista y posterior abandono. A mi amiga del bachillerato aún no la habías abandonado, debe haberte gustado más como para repetir y por eso seguías en su lista, pero te pusiste goloso, ¿no? Te había ido bien una a una, pero querías más emoción. Pues se acabaron tus quince minutos de gloria. Es mejor que abandones definitivamente esta práctica, porque voy a tenerte vigilado y como me entere que has vuelto a hacerlo, circularé una imagen por toda la red y no tendrás dónde esconderte que no te alcance la vergüenza. 

–¿Qué imagen? –balbuceó Luis.

En ese momento sonó un clic y un flash iluminó a Luis tal como se encontraba en ese momento: de pie, con los pantalones por las rodillas y el portentoso miembro convertido en apenas un gusanito asustado entre sus piernas.


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