lunes, 29 de octubre de 2012

Mis escenas eróticas favoritas. ELISEO ALBERTO: Eufemismos contundentes


Esta escena pertenece a la novela La eternidad por fin comienza un lunes, del cubano Eliseo Alberto. La obra no es erótica, pero más allá del segundo tercio del libro, en medio de un trepidante desenlace, el lector se topa con un regalo inesperado: una perturbadora escena erótica, escrita en el mismo estilo barroco y florido que es característico de este autor.

Y al leerla descubrimos una vez más que con el erotismo, si es bueno y tiene sentido, la forma es irrelevante. Usando un lenguaje pródigo en imágenes literarias y armado de contundentes eufemismos, Alberto nos regala una escena tórrida y estremecedora, en la que casi nada es llamado por su nombre, a pesar de lo cual el lector no tiene dificultades en seguir cada escabroso detalle de lo que sucede.


Allí mis­mo se acostaron, sobre los huesos de cristal de un pobre venadito destazado, y comenzaron a lamerse las sales de la piel y a espolearse las entrepiernas y a morderse las venas del cuello, como dos fieras rabio­sas en la noche aciaga del diluvio universal. Al ampa­ro de la cueva, Marlene quiso que Pascual le rompiera con la pata de cabra del falo el único candado de su cuerpo que aún no había dejado abrir a nadie, para que así la liberara de una vez y para siempre del últi­mo prejuicio que le esclavizaba el amor. La mucha­cha se arrodilló sobre el falso guano de murciélago que cubría el piso de la gruta, de espaldas al verdugo, y buscó apoyo en el lomo del estepario, en espera de que le robaran la pena. Pascual le fue fundiendo con caricias de caballero el aro de cobre, dilatándole la pupila al ojo ciego, hasta lograr la temperatura nece­saria para que el casquete fálico de su almádena en­trara al rojo vivo por aquel círculo de fuego, sin lastimar el laberinto de paredes húmedas y frágiles, y pudiese entonces, desde el fondo de esa mina virgen e inexplorada, extraer, o más bien depositar, el oro molido del amor. Marlene sintió que el anillo casto se le partía en dos, como un cuero rajado por un trin­chete, y tragó en seco para soportar el goce doloroso de aquella incorporación que la atravesaba de lado a lado, ensartándola en la vara cazadora de Pascual.


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5 comentarios:

  1. Hola, Vivian, llegué a través de tweeter, me gustó tu blog, te dejo un abrazo.
    HD

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  2. Gracias, Humberto, vuelve cuando quieras. Saludos...

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  3. Wow, magistral. Me quiero mirar en ese espejo mientras consigo mi propia voz, gracias por la recomendación profe :)

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    1. Me alegra que te gustara, Rodolfo, es una excelente referencia. Un abrazo...

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    2. Hola Vivian, te comento que tmbién escribo relatos eróticos, como lo hago, escribeme a navarrete_abog@homail.com,....

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